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Opinión

Ser, estar, jugar, merecer

Sigue la UD Las Palmas recorriendo solares verdes de rivales futboleros en esa categoría tan ambicionada por las aficiones. Por Canarias hay quienes, digeridas en el tiempo, ya han transitado cinco veces las agonías y placeres de bajar y subir. Se sabe pues del valor social, orgullo y postín, que entraña el estar dentro o no del núcleo, honor que a veces depende de un gol, uno solo de más o de menos.

Esta vez se jugó contra el Villarreal, campo de El Madrigal, donde parecen hacer honor al desarrollo poético, ceremonial, bonito y amable aplicado a ese nombre -madrigal- que engloba muestras de delicada atención y respetuoso trato -Bakambu aparte- que viene entendiendo ese pueblo valenciano de Castellón de la Plana que, aun siendo pequeño, se revuelve panza arriba entre los millonarios europeístas con los que, de no haber tenido injustos golpes en contra, estaría también ahora la UD, haciendo trío de cabecera con Madrid y Barcelona, porque los puntos amarillos del Atlántico pudieron haber sido seis mas de los que tiene.

Claro que vale advertir que la Liga es joven y quedan muchas ocasiones pero nunca nos dejará en paz la pregunta: ¿dependerá de alguno de esos puntos de Nervión o el Madrigal engullidos como por error del juez evitando ¡Ooooh difícil sueño¡ que se gane el título, o quizá, (pues todo está en el bombo) le descabalgue de la categoría?

¡Cuánto poder tiene un soplido! Por eso, los árbitros de fútbol y sus ayudantes, desde la aparente pequeñez de su imagen dentro de campos y competiciones tan grandes, deben tener a su alcance métodos especiales que les liberen de la responsabilidad total de los errores trascendentes y digamos que involuntarios que laceran o alegran el alma de miles de personas pendientes del sí o el no de una decisión.

En estos tiempos en que casi nada es imposible debe haber soluciones, a no ser que se prefiera mantener frente a frente este combate de opiniones belicosas entre amigos; profesionales entre medios de información; agrias entre forofos, mamporreros blancos, azules o multicolores que en tertulias patrocinadas terminan todos desencajados a gritos, muy lejos del fair play que, por otra parte, abaderan. Seguro que lo estudian copiando otras medidas establecidas fuera de FIFA.

De todas formas difícil es apagar hervores como los del partido que el domingo dio vuelo libre a muchas lenguas, incluida la de Quique Setién en defensa de su equipo visiblemente dañado, sin otro resultado ni comprensión que ficharle en el boletin del Comité ¿...? de multas por mal hablado, deporte casi habitual y de mayor graznido en aparentes altos altares de convivencia general, donde en otras palabras se mienten con trampas, sin pito y a cara descubierta, sin tarjeta y cabalgando sobre la libertad de expresión.

Tampoco sería justo perder la ocasión de destacar algo que estuvo poniendo allí en el Madrigal, que es, según reza la lengua castellana, ya lo han dicho los compañeros, composición poética de pensamiento delicado y galante, quede allí, junto a la razonada queja y protesta una flor ornamental deportiva que tuvo la nutrición genial del taconazo a la virulé servido por el emergente Tana, para que se convirtiera en flor de alabanza internacional del día, recorriendo tierras cielos y mares junto al nombre de Kin Guateng (Prince) autor de un remate con nombre de nuevo cuño porque ni es media vuelta, ni volea, ni chilena ni 'ná de ná'.

Lo que no deja de ser es un gol admirable conseguido como montado a un coy en siesta aérea suficientemente valioso para merecer los tres puntos que en cambio se lleva un adversario que, aún siendo extraordinario, no hubiera sido capaz de vencer como queda dicho por 2-1, a esta UD cuyo entrenador, por decir la verdad que todos hubiéramos dicho, será sancionado.

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