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Análisis

Renzi y la Tercera Vía

Matteo Renzi, primer ministro italiano, acaba de presentar un proyecto presupuestario para 2017 en el que con una mano baja los impuestos a las empresas y con la otra promete mejorar las pensiones más modestas. La combinación parece encajar con el perfil ideológico que se atribuye al líder socialdemócrata de PD (Partido Democrático) italiano: la nueva cara del "blairismo", de la llamada Tercera Vía, que principalmente el entonces primer ministro británico Tony Blair y el canciller alemán Gerard Schröder lideraron en un intento de construir el nuevo relato de la socialdemocracia europea, uno que venía a reconocer que el modelo de la segunda mitad del siglo XX, con el que prosperaron Europa y sus clases medias y ganó crédito durante buena parte de ese tiempo el papel del Estado en la economía (hasta el advenimiento de la revolución neoliberal de Thatcher y Reagan), no servía para el tiempo de la hiperglobalización. Así que la Tercera Vía, presumiblemente con el propósito de actualizar el discurso ante el tránsito de la "vieja" sociedad industrial hacia lo que podía venir, centró (derechizó, más bien) la socialdemocracia: más mercado como receta para la creación de riqueza y un giro en la política de redistribución que ya no hablaba tanto de igualdad material como de igualdad de oportunidades. Probablemente una de las cosas más mordaces que se han dicho sobre Blair es que el primer ministro laborista era en realidad "una Thatcher sin bolso", pero su Tercera Vía ha tenido notable influencia. Alguna también en España, donde José Luis Rodríguez Zapatero dijo ya antes de llegar al Gobierno (2003) que "bajar impuestos es de izquierdas". Luego, en la cúspide de la orgía de especulación y endeudamiento sobre la que estaba posada la economía española con él y con su antecesor Aznar, llegó a suprimir el tributo de patrimonio, uno de los marcadamente socialdemócratas. A Blair le fue relativamente bien en lo electoral (ganó tres elecciones consecutivas hasta 2007), pero el laborismo posterior avanzó hacia el desastre actual. Schröder fue sobrepasado por Merkel en Alemania, tras emprender un programa de reformas (devaluación de los salarios y de las prestaciones sociales, incluida) que fue continuado sin reparo ideológico por la lideresa democristiana. Zapatero sucumbió a la Gran Recesión, y el PSOE se quedó sin palabras en medio de la devastación. Y el jibarizado Pasok griego tiene más papel en las pesadillas de los socialistas españoles que en el parlamento ateniense. Cabe preguntarse por qué los partidos socialdemócratas europeos son los grandes derrotados políticos de la Gran Recesión cuando existen pocas dudas de que en su origen está lo peor del capitalismo financiero desregulado y voraz, de naturaleza ultraliberal. Quizá una respuesta posible está en la Tercera Vía, que convirtió a la izquierda tradicional en cómplice de la crisis y en corresponsable también del lado oscuro de la globalización (desindustrialización, precariedad laboral, reducción de las clases medias en Occidente...) y que empujó a los perdedores (buena parte de los jóvenes entre ellos) hacia los nuevos partidos de estrategia populista. La Italia del "blairista" Renzi los ve crecer también por la izquierda y por la derecha en la era "post-berlusconi".

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