He aquí otro artista joven certeramente detectado por la Filarmónica. El pianista ucraniano Vitaly Pisarenko (29 años), ganador de los concursos Franz Liszt y Leeds, ha debutado en la ciudad con un programa endiabladamente difícil. Su espectacular virtuosismo no oscurece la calidad interpretativa, aunque la condiciona un poco por la agresividad de un calado poderoso, la precisión del 'tocco' en la completa gama dinámica y la articulación del juego manual y los pedales, con una izquierda singularmente desarrollada y autónoma. Pero no es un 'atleta del teclado', como muchos colegas de éxito, sino un artista con personalidad creativa incluso cuando roza la violencia.

La Sonata Op.26 de Beethoven fue lo más comedido del programa. Ya en las variaciones del movimiento inicial quedó de manifiesto la imaginación de Pisarenko a pesar de un cierto manierismo arrebatado y fuera de lugar. En el scherzo y el final brilló la estética de la velocidad con un punto de seca aspereza en pulsaciones staccato, compensadas por el redondo fraseo del maestoso fúnebre.

De Schumann hizo una de las colecciones juveniles de piezas contrastadas, la Fantasía op.12, poco frecuente en los últimos tiempos a pesar de sus muchas bellezas y de la madurez del lenguaje pianístico del gran compositor romántico. Ocho visiones subjetivas que Pisarenko supo graduar en la intensidad del carácter, cantable, dramático y heroico, hasta completar un espléndido retablo.

Y de Rachmaninov, una de las series de Estudios-Cuadros (la segunda, op.39) que, junto a los Preludios y los Momentos Musicales condensan la poética del autor en pequeñas melodías fragmentarias y en extraordinarias aportaciones a la técnica trascendental. Espléndida y generosa -amén de agotadora- sonorización de los nueve estudios por un Pisarenko pletórico y llamado a logros cimeros desde el momento en que la testosterona sea más sabia que pasional. El único bis que ganaron los aplausos y los bravos (Rachmaninov again) mostró en su carácter amable y reposado que el camino ya está abierto.