La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cine Ibértigo 2016

Kafka en Buenos Aires

Hasta la jornada de hoy en la que veremos una extraña, inteligente e inclasificable cinta argentina sobre la dictadura militar dirigida por la joven directora bonaerense Andrea Testa, autora también del interesante documental Pibe chorro, que pudimos ver ayer, los filmes que han desfilado estos días por la pantalla de la Casa de Colón han dejado, en mayor o menor medida, un cierto poso de emotividad que los coinvierte, una vez visionados y asimiladas sus intrépidas audacias formales, en materia permanente para el recuerdo de cualquier espectador que tenga la certeza de que el arte cinematográfico debe romper cualquier lazo con el conformismo y avanzar al compás de los tiempos, sin tregua alguna, movilizando todas las sensibilidades que estén dispuestas a abordar el lenguaje fílmico sin ataduras ni coacciones, es decir, desde la posición del observador libre e imparcial que contempla la realidad a través de un prisma nuevo y que invita, al propio tiempo, a no bajar la guardia en ningún momento so pena de transformarnos en lo que no deseamos, es decir, en rehenes de un mercado regulado desde los enmoquetados despachos de Wall Street.

Por eso, encuentros como éste se hacen cada vez más necesarios, tanto que si desaparecieran, y algunos ya lo han hecho y otros han estado a punto de hacerlo, terminaríamos echándolos de menos, aunque solo fuera como compensación ante el flujo de productos mainstream que un día sí y el otro también pretenden reconducir de nuevo nuestra sensibilidad cinematográfica hacia los dominios del consumismo. La larga noche de Francisco Sanctis, como la mayoría de los filmes exhibidos este año en la Muestra, también es una obra que actúa a contracorriente, incluso moviéndose en el contexto de un cierto cine de género. Inspirada en la novela homónima de Humberto Costantini, a partir de un guion escrito por Francisco Márquez y la propia directora, la película narra las insólitas peripecias de un modesto oficinista en el Buenos Aires de 1977 que recibe una información confidencial de una antigua amiga de sus años de juventud que le podría salvar la vida a dos militantes izquierdistas detenidos por la dictadura.

Narrada en clave kafkiana, con personajes que parecen extraídos de la confusa memoria del protagonista más que de un relato real y objetivo, la cinta intenta sondear en la moral de los que nunca tuvieron responsabilidad directa en los abyectos crímenes que sembraron de sangre y odio el territorio argentino durante siete largos y abominables años, es decir, en el ciudadano anónimo que vio, creyó, pero consintió el escenario devastador de un país virtualmente secuestrado por la tiranía de los que no fueron elegidos a través de ningún proceso democrático. El estilo de mistery movie que le imprime la directora a la película generando una atmósfera oscura e irrespirable es, probablemente, su gran acierto y la expresión de continua perplejidad que es capaz de mantener durante toda la película el excelente actor Diego Velázquez y que evoca, a ratos, la inolvidable ¡Jo Qué noche! (After Hours, 1985), de Martin Scorsese, también puede agregarse al balance positivo de este formidable producción del nuevo cine argentino.

Compartir el artículo

stats