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Al azar

Rajoy se ríe de la corrupción

Una alianza política es más poderosa que un matrimonio, cada contrayente aporta su pasado y su presente al fondo común. De este modo, el Gobierno absoluto del PP contagia al PSOE de Gürtel, en tanto que los socialistas relativizan el peso de la corrupción de los populares y el propio Antonio Hernando avisó conciliador de que iba a pasar de puntillas por los escándalos. La amnistía socialista llegó al extremo de que Rajoy se permitió bromear jocosamente con Pablo?Iglesias sobre su creciente dominio de los mensajes telefónicos, en abierta referencia a los textos de apoyo a Bárcenas que extendió desde La Moncloa al político a quien había encumbrado a senador y tesorero después de recibir importantes cantidades de su mano.

Quede claro que Rajoy no se arrepintió en el pleno de investidura de su apoyo sin fisuras al icono de la corrupción. Se limitó a sugerir que su torpeza dejó los mensajes a merced de Bárcenas, para una ulterior difusión. Al tratar la corrupción como un asunto de risa, el presidente del Gobierno absoluto transparentaba la capacidad de maniobra que le brindaba el PSOE. Por contra, Ciudadanos puede acabar convirtiéndose en un problema para el PP, porque la sumisión de Albert Rivera alcanza extremos tan grotescos que a menudo desborda las exigencias de un socio comercial. Por supuesto, los chistes de Rajoy se dirigen contra quienes algún día consideraron intolerable que continuara en La Moncloa, después de escribir los calurosos sms a su amigo Bárcenas.

Rajoy ha logrado la impunidad. Su burla apunta también al juicio en curso de la Gürtel, donde las defensas solicitaron infructuosamente su testimonio. El nombre del líder del PP es uno de los más frecuentes en los papeles de Bárcenas, y el único que no fue importunado durante la instrucción. Sus chistes sobre los mensajes en el pleno del Congreso no son un ejemplo de la distensión que debe presidir un debate. El propio tesorero tiene derecho a sentirse ofendido, porque se requiere una notable dosis de ingenuidad para insistir en que actuaba a espaldas de su partido. Al contrario su promoción incesante a cargo de Rajoy denota una elevada satisfacción con sus gestiones.

Al perdonarse a sí mismo ante el país entero, Rajoy suprime la corrupción como elemento del tablero político. Mientras el PSOE se arriesga a una denuncia por publicidad engañosa, el candidato descartaba un asunto tras otro porque "no voy a entrar, como es natural, a discutir". Sin embargo, se cuidó de anular sus mensajes expresamente y con formato de burla. No se sometía a la autocrítica, sino que se mofaba de quienes creyeron que pagaría un precio por el "Luis, sé fuerte". Sus corifeos sobrevenidos no perdieron la oportunidad de resaltar que había admitido la corrupción del PP, en el discurso de investidura. En efecto, le dedicó exactamente diez palabras en una intervención de 45 minutos. Y de inmediato, invirtió más espacio en señalar que los restantes partidos no podían darle lecciones en este apartado.

Rajoy puede rematar su ironía nombrando ministra a Cospedal. De hecho, Bárcenas declaró que efectuó entregas de dinero a ambos simultáneamente, y el escándalo más irrefutable de los papeles concierne al PP de Castilla-La Mancha. La secretaria general popular declaró como testigo durante la instrucción, en un interrogatorio de guante blanco por gentileza del juez Ruz. El PSOE se guardará mucho de oponerse a la elevación ministerial de la expresidenta castellanomanchega. De hecho, el tratamiento de la corrupción como un asunto cómico multiplica la probabilidad de mantener en el Gobierno a Fernández Díaz o de recuperar a José Manuel Soria.

Hablando de Soria, el presidente del Gobierno practica una comicidad en la línea de Paco Martínez Soria, al lanzar un "ahora estamos en Europa" como si no hubieran transcurrido décadas desde el acontecimiento cósmico. En cambio, no admite bromas con Cataluña. También en su elección de dianas se distancia de la ciudadanía. Pese a los esfuerzos populares por atizar los miedos secesionistas, la independencia catalana solo es un problema acuciante para un porcentaje reducido de encuestados por el CIS. Frente a esta indiferencia, la mayoría sitúa a la corrupción entre las lacras más preocupantes. Deberán acostumbrarse a reírse de su problemas. Mientras tanto, populares y socialistas se abrazan por primera vez, en beneficio exclusivo de la derecha, y Rajoy diseña ante los diputados de la antigua izquierda "el papel que espero que juegue el PSOE en el futuro".

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