Ala vista de que ha comenzado una nueva campaña de la exportación del tomate, bueno es que hagamos un repaso a esta actividad en los muelles del puerto de La Luz desde el pasado siglo, ya que la presencia de los barcos a cargar fruta va en paralelo con el desarrollo del propio recinto portuario y además con la evolución que ha tenido el sistema de empaquetado y transporte marítimo de mercancías.

De aquellos primitivos barcos de las navieras Yeoward y Thorensen Lines y de otras compañías de paso que estibaban a mano los ceretos de tomates por medio de los trabajadores portuarios, hasta la llegada del paletizado que se encargaban de poner al costado de los barcos las carretillas elevadoras, hay una gran distancia que pone de manifiesto la gran evolución que ha tenido la operativa portuaria.

Otro tanto ha ocurrido con los barcos fruteros que de bodegas solo con ventilación o estibando la fruta en la cubierta que tapaban con encerados, se ha pasado a unas modernas unidades frigoríficas con control directo de sus temperaturas que garantizan la llegada a los puertos de destino con las mejores condiciones para su venta en los mercados.

Durante más de un siglo toda la evolución de este transporte frutero ha tenido por testigo al puerto de La Luz, que de los primitivos buques que se cargaban a mano se pasó a otras unidades más modernas con insignias navieras en el recuerdo, caso de los Montes, Fred. Olsen, Naviera de Canarias, Juliano Bonny, Transcanary y un sin fin de unidades en su mayoría de compañías japonesas y de otras banderas, fletadas en este último caso por las asociaciones de exportadores de la Fedex y Aceto. Es la gran historia de la exportación frutera a través de nuestro puerto por cuyos muelles, primero Santa Catalina, luego el Grande y por último León y Castillo, han desfilado millones de bultos de nuestro preciado tomate que se resiste a morir.