Sí, ha dimitido la dirección insular de Podemos en Tenerife, al parecer, porque no pueden soportar el despotismo de Meri Pita, secretaria general, cuya estatura maléfica solo crece por el tiempo: ahora mismo, de creer a unos y a otros disidentes, Meri Pita es como Pol Pot, pero con ganas de comer. Sin embargo esta nueva división merece un análisis, pero creo que para retratar más cabalmente lo que es Podemos -su inspiración, su metodología y sus horizontes- resulta mucho más interesante la noticia proporcionada por Dailo González, único consejero de Podemos en el Cabildo de La Palma, que a falta de rastas para destacarse, ha elegido una camiseta arrugada y un pelo entre despeinado y grasiento para construirse un personaje. El aliño indumentario, como diría Machado, es singularmente importante para los podemitas. Es un signo distintivo. Es casi una cuestión de atrezo. Por supuesto, la noticia facilitada por Dailo González está protagonizada por Dailo González, faltaría más.

Dailo González les ha comentado a algunos periodistas que el otro día, en una discoteca de Santa Cruz de La Palma, uno de los porteros del establecimiento le recomendó que saliera a la calle "porque estaba leyendo un libro". González, letraherido brutalmente censurado por quien representa, seguro que involuntariamente, la alienación característica del capitalismo monopolista de Estado, se vio obligado a interrumpir con harto dolor la lectura y abandonar la discoteca. Es fascinante. De manera que este chiquillo considera una noticia digna de letra impresa, poco menos que una denuncia de la atroz sociedad consumista e idiotizadora que nos oprime, contar que no le dejaron leer en una discoteca, que es, en efecto, un lugar de idóneas condiciones para la práctica de la lectura. Decidir sentarse en una discoteca a leer a medianoche, efectivamente, es propio de almas delicadas y de una abismal foso cultural: nadie ignora que Marcelino Menéndez Pelayo se ponía en la cola de la disco ya a las siete de la tarde para poder leer La Eneida mientras sonaba a 150 decibelios la última de Lady Gaga. Pues no leyó poco en ruso Edmund Wilson en los alfer de los mejores locales de Yale. Dailo González solo es el digno sucesor de una tradición histórica aplastada por la brutalidad de un sistema político y económico que tiene entre sus principales objetivos impedir que los ciudadanos lean en las discotecas, porque saben que si ocurre eso, el Contrapoder -la multitud liberada según Negri y Hardt- está a punto de ganar la partida.

Desde luego, en Podemos trabaja gente seria, con una sólida formación y un concepto más o menos compartible u operativo de lo que es la actividad política. Pero es que los Dailos son legión y cumplen escrupulosamente, desnudos de cualquier espíritu crítico, con el estilo narrativo que marca el magisterio populista, tebeístico y demagógico, que viene de Madrid: protagonismo chusco, gestos vacíos, denuncias abstractas que solo satisfacen los anhelos ideológicos de los denunciantes, boberías solemnes. Es el nivelito, dentro y fuera de las discotecas.