La Provincia - Diario de Las Palmas

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Orquesta Filarmónica y Coro

El muy esperado reencuentro con Adrian Leaper

Comparto plenamente el texto Bienvenido, maestro que abre los comentarios del programa de mano de este concierto. Y añado que Adrián Leaper es el 'arquitecto' de la moderna orquesta grancanaria, constructor de su equilibrio estructural, impulsor de su genuino sonido, guía de sus exigentes lecturas y responsable de un repertorio amplio y abierto del que queda testimonio en la más numerosa serie discográfica realizada con sellos europeos. Ausente desde 2002, año en que concluyó su contrato como director titular, el reencuentro ha sido feliz y justamente celebrado. Es muy deseable que no pasen otros 14 años para volver a verle en el podio filarmónico.

Arrancó el programa con una versión optimista y desinhibida de la Obertura Cocaigne (en la ciudad de Londres) Op.40 de Elgar, el más emblemático compositor del posromanticismo británico. Un modelo de claridad en la combinación del expansivo tema principal con el intimismo de los temas líricos. A continuación, la grata novedad del Concierto bielorruso de Mihail Bronner para dulcimer bielorruso (hermano del címbalo húngaro ) y orquesta de arcos. Este instrumento de sonoridades afiladas o dulzonas, que conocíamos en cometidos folklóricos, es muy rico y complejo en manos de Veranika Pradzed, consumada virtuosa que monopoliza el primer plano de la obra en el doble juego de las cuerdas pinzadas o percutidas con pequeños macillos. Una obra armónicamente conservadora pero muy interesante, que fue bordada por la solista con espectacular dominio y musicalidad. Su bis fue una danza popular arrolladora.

El poema sinfònico La hija de Pohjola Op.49. uno de los menos frecuentados de Sibelius, recibió de Leaper y la Orquesta el trato canonico, sombrío y distante, que corresponde a una de las muchas incursiones del autor en la mitología finlandesa. Momento concentrado y reflexivo en el largo y en un allegro que se extingue hasta el silencio.

El mastro Leaper reservaba para el final la genialidad de la segunda suite del ballet Dafnis y Cloe de Ravel, una de las cimas instrumentales del siglo XX. Las oleadas ascendentes del Amanecer, la movilidad mercurial de la Pantomima y el desbordamiento orgiástico de la Danza general concretizaron admirablemente la riqueza tímbrica y rítmica de una orquestación comprometida y difícil, con prestaciones espléndidas del flauta Doumerc y subrayados vocales perfectamente emitidos por el Coro de la Filarmónica. Leaper fue aplaudido calidamente en la sala y en el escenario. Vuelva pronto, maestro.

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