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El análisis

La Federación Catalana del PSOE

Una de las consecuencias del dividido voto del grupo socialista en la investidura de Mariano Rajoy es la posible revisión del protocolo de relaciones entre el PSOE y el PSC. Por éste, el PSC acuerda participar en los órganos decisorios del PSOE y comparte la responsabilidad de las decisiones adoptadas a nivel nacional. Veremos cómo se sustancia esta importante discrepancia. Además de la revisión del protocolo, algunos dirigentes socialistas han planteado la reconstitución de la Federación Catalana del PSOE (FC-PSOE). De hecho, en Barcelona ya hay un proceso inicial dirigido por Julio Villacorta, antiguo militante del PSC, que arrancó el pasado 10 de octubre con un acto en Barcelona. Estos movimientos no son sorprendentes si atendemos a la diferencia entre los socialismos español y catalán en cuanto a sus orígenes ideológicos e históricos, así como en su evolución posterior.

El origen del PSOE está en el internacionalismo obrero, y concretamente en el grupo marxista de la Federación Regional Española de la Primera Internacional (de mayoría anarquista), que se organizó en torno al periódico La Emancipación. Por su parte, el socialismo catalán bebe de las fuentes del republicanismo catalán y del particularismo de Valentí Almirall, que se separó del proyecto federal español de Pi y Margall. Esta diferencia original ya se vio entre 1880 y 1882 en la compleja negociación de unidad entre los grupos del PSOE de Madrid y Barcelona, marxista y obrerista el primero y reformista y federal el segundo. Podemos situar el inicio del socialismo catalán, como corriente ideológica, en la conferencia que Gabriel Alomar pronunció en 1910 titulada Negacions i afirmacions del catalanisme, en la que proponía una síntesis entre socialismo y catalanismo. Sobre su propuesta, Pablo Iglesias se manifestó en carta a Josep Comaposada diciendo que "creo que le guía una intención irreprochable, pero que no conoce bien nuestras ideas". Entre 1914 y 1918 un grupo de socialistas catalanes (Nin, Serra, Campalans, Vidiella, Comorera, J. Xiráu, Recasens) intentaron convertir la Federación Catalana del PSOE, creada en 1903, en una plataforma catalanista y federalista. Así, en el congreso de la Federación de 1916 aprobaron una resolución en la que reclamaban la Confederación Republicana de Nacionalidades Ibéricas, así como una autonomía funcional de la FC con respecto al PSOE. Esta moción es la que presentaron en el XI Congreso del PSOE de 1918 con el apoyo de Julián Besteiro, y que a la postre sería aprobada.

De la noche a la mañana, gracias a la autoridad política e intelectual de Besteiro, el PSOE se convirtió en federalista desde su jacobinismo inicial. Sin embargo, y de la mano de Prieto, la moción fue sustituida en el Congreso Extraordinario de 1919 por otra moderadamente autonomista. Esto provocó la salida del grupo catalanista que, en julio de 1923, constituiría la Unió Socialista de Catalunya. La nueva moción autonomista se renovará en todos los congresos del PSOE y servirá de guía para el grupo parlamentario de las Cortes de la República, en las que rechazarán el federalismo en 1931 y apoyarán, con limitaciones, los estatutos de autonomía de Cataluña (1932), País Vasco (1936) y Galicia (1938). Por su parte, la USC, durante el período republicano, preferirá hacer coalición electoral con ERC antes que con el PSOE, y con ella compartirá también el gobierno de la Generalitat. En 1933 y 1934 hubo un intento serio de unificación entre la FCPSOE y la USC que estuvo a punto de fructificar. Tras largas negociaciones entre Largo Caballero y Joan Comorera, finalmente el proyecto no cuajó por la negativa del primero a que los socialistas catalanes tuvieran soberanía en la política catalana y representación propia en la Internacional Obrera Socialista. Será al comienzo de la guerra cuando la situación obligue a una rápida fusión de ellos y los comunistas catalanes para formar el PSUC. Tras el paréntesis franquista, se consigue la unificación en 1978 entre los dos grupos del PSC (Congrés de Raventós y Reagrupament de Pallach) y la FC-PSOE de Triginer.

Sin embargo, la unificación no tuvo los efectos electorales y culturales deseados, por más que tuvo algunos efectos provechosos. Se habla de la unión entre dos comunidades culturales en la clase obrera de Cataluña, la puramente catalana y la procedente de otras regiones españolas. Si bien es cierto, no se puede dejar de reconocer que el papel ejercido en este sentido por el PSUC fue más activo desde el tardofranquismo. Por otra parte, los efectos electorales se vieron en las elecciones generales pero no en las autonómicas, en las que el PSC obtenía tradicionalmente la mitad de los votos. Éstos se iban a la abstención y correspondían a votantes que sí lo apoyaban en las generales porque lo identificaban con el PSOE. Si el PSC arrasaba en las generales, CiU lo hacía en las autonómicas, de forma recurrente entre 1980 y 1999 (año en que el PSC presentó como candidato a Pascual Maragall). Esto significaba que más allá del voto dual reiterado que se produce en determinadas regiones con nacionalismo fuerte entre elecciones generales y autonómicas, en el contexto catalán había una abstención estructural que afectaba al PSC por razones internas.

La unificación socialista de 1978 no llegó a ser completa. Entregó la dirección del nuevo partido a los sectores más catalanistas del PSC Congrés, pero la FC-PSOE aportaba la base militante, muchos futuros cuadros municipales, la fuerza sindical de la UGT y la masa electoral que respondía a la llamada del PSOE en las generales. Cuando se habla de la aportación del PSC a los triunfos del PSOE en España, habría que plantear más bien la aportación de la marca PSOE a las victorias del PSC en Cataluña. Las derrotas sonadas en las elecciones autonómicas, en las que la marca PSOE quedaba solapada, son una muestra palpable. El vacío electoral creado por la unificación de Montjuïc implicó una diferencia cultural y política interna en el socialismo catalán. De hecho, significaba que en Cataluña había, bajo la unidad formal del PSCPSOE, dos socialismos reales que se correspondían con la trayectoria histórica antes descrita: el español y el catalanista. Esta dualidad de fondo se ha mantenido hasta la creación y posterior desarrollo de Ciutadans, que ha cubierto en buena parte ese vacío. Por eso, la idea de recuperar la Federación Catalana del PSOE llega tarde. El PSC, en su reciente historia de bandazos, suscribió la propuesta federal del PSOE presentada en Granada en 2013. Ciertamente entiende el federalismo de otra manera que el PSOE, pues no propone la transformación de España en un Estado Federal orgánico y de soberanía nacional, sino que defiende la plurinacionalidad y el pacto federal de Cataluña con España, que no es lo mismo. El federalismo catalán parte de una soberanía propia que la propuesta del PSOE no reconoce. Pero es coherente con un socialismo catalanista que tradicionalmente ha actuado más como variante socialista del nacionalismo catalán que como variante catalana del socialismo español. Sin embargo, no es menos cierto que la nueva dirección del PSC ha coincidido recientemente con la dirección del PSOE en el rechazo al independentismo y al derecho a decidir, aunque esto último con algunas dudas. De hecho, la discrepancia actual que puede forzar la revisión del protocolo entre ambos partidos ha sido la política de alianzas y no la cuestión territorial en sí, por más que ésta influye de manera destacada. Veremos, en cualquier caso, en qué acaba esta crisis.

Pero la recuperación de la Federación Catalana del PSOE, a estas alturas, sólo contribuiría a dividir aún más un electorado socialista ya muy minorizado en Cataluña y a entregar el espacio político del actual PSC a Esquerra Republicana por el flanco catalanista y a Ciutadans por el flanco españolista.

(*) Politólogo. Profesor de Derecho Internacional Público

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