Las ideas de la Ilustración francesa arrancan del "pienso luego existo" del racionalista Descartes y su propuesta de pensamiento abierto, crítico con el oscurantismo y la superstición de la época, se extendieron por el mundo hispano llegando a contagiar monarquías como la brasileña, donde el rey Pedro I, entre otros adelantos, trajo a Brasil y al continente sudamericano la imprenta. Representantes de este pensamiento progresista los tenemos en España como Jovellanos y en Canarias Viera y Clavijo, Verdugo o Agustín de Betancourt. Ilustrados y eruditos pensadores, todos, que abarcaron el mundo de las Letras, la Medicina, la Astronomía, la Botánica o la Medicina.

Aunque se sabe que existen unos 100.000 millones de neuronas en el cerebro, ocurre que un sinnúmero de conexiones nunca llegan a producirse por falta de estimulación. O sea, no han tenido la oportunidad para que tales conexiones se produzcan. El estímulo de este sinfín de conexiones de redes neuronales explica el nacimiento y desarrollo de la inteligencia y con ella el lenguaje, plenitud del comportamiento variopinto, creativo, múltiple y variable. Esta constatación científica tiene una consecuencia pedagógica: educar en el llamado pensamiento divergente, creativo, que en todos, en especial en niños, adolescentes y jóvenes ayuda a no tener miedo a lo desconocido y a ejercer un pensamiento propio, ser críticos consigo mismo, la autoridad y el mundo.

Una de las formas de pensamiento, la imaginación, se ha visto cercenada, a lo largo de la historia humana. Lo hace la Biblia que, en el Génesis, le pone límites ante la posibilidad de que se caiga en desobediencia. Diferentes iglesias, entre ellas la católica, en nombre de credos y verdades absolutas, se encargaron de quemar y torturar herejes porque pensaban de forma diferente. Filósofos como Locke que defendieron la tolerancia sin embargo puso en guardia contra la forma de pensar distinto por miedo a imaginar que Dios no existe. Ya antes lo había advertido Shakespeare cuando dijo: "Esa clase de hombres es peligrosa, piensa demasiado". Sin remontarnos demasiado en el tiempo, pocos periodos de la historia han existido que hayan combatido más la libertad de pensamiento como el siglo XX.

Las execrables dictaduras de la Alemania nazi, la de España "una, grande y libre", del general Franco o las más recientes en distintos países del centro y sur de Sudamérica se han significado por pregonar el célebre grito de un general fascista español: "Vivan las cadenas, muera la inteligencia", que se trasladó a los púlpitos con las preces del clero de la época: "Líbranos, Señor, de la peligrosa manía de pensar". Salvando las distancias no resulta menos peligroso que, en la actualidad, mediante leyes educativas regresivas, se intente poner cortapisas al pensamiento y, de forma subrepticia, casi subliminal, con ayuda de todo tipo de aparatos mediáticos se intente implantar una forma de pensamiento único, acrítico, convergente. Sucede, por ejemplo, cuando se limita, a veces hasta se elimina, la enseñanza de la Filosofía, las Artes, la Literatura o la Música del currículum escolar de los ciclos medios y Bachillerato. Como contrapartida se contratan monitores y profesores de Computación y Lenguas modernas, que está bien, pero a costa de prescindir de profesores de Filosofía, Música, Literatura o Artes. Se propone como panacea inundar las escuelas y centros de computadoras con el señuelo de ser útiles para nuevas profesiones y oficios como las nuevas tecnologías, las finanzas y los negocios. Pero se echa en falta un propósito de abundar, no solo en lo puramente académico, sino en lo que Ortega llamó un conocimiento fundamentado en un cultura común, compartida, solidaria. En línea con lo que los antropólogos sociales hablan de que el hombre lo es en cuanto se relaciona. Como también se obvia enseñar a los alumnos a pensar por sí mismos.

El gran psicólogo y científico, el ginebrino Piaget, lo llamó moral autónoma, que enseña a niños y adolescentes a controlar su comportamiento, tomar decisiones propias, pensar por sí mismos. Crecer no dependiendo siempre de la autoridad y criterio ajeno que, con el paso del tiempo, les acarrea inseguridad y miedos. Esta forma de pensar, no siempre de acuerdo con lo socialmente correcto y aceptado, se adquiere en familia y escuela. Como modelo la escuela que, a más de dos siglos vista, ya lo tenía claro merced a la ideología liberal propagada por la Ilustración que en sus templos del saber, las bibliotecas, rotulaban con sapere aude, atrévete a pensar.

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