La Provincia - Diario de Las Palmas

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¡Pero Leonard, si era Sting!

Leonard Cohen era más que un poeta o un cantante. Era un autor único, inclasificable, que logró la admiración unánime de todos traspasando la frontera que dibujan las expresiones artísticas. Sus discos introdujeron a muchos rockeros irredentos hacia la poesía. E hizo que las élites no vieran el pop con tanto desdén. Aunque sus canciones eran suaves y aterciopeladas en su mayoría, cambió la manera de concebir el arte entre muchas generaciones que en principio poco tenía que ver con los esquemas de la alta cultura.

Al igual de Bob Dylan, el autor de Ain't no cure for love lo hizo todo de una manera sutil, llevándose tan solo de la intuición, sin el más mínimo interés de trascender, de espaldas completamente a la industria, alejado del mundo de la fama y el artisteo, como viviendo en una especie de torre de marfil. Además, Cohen pertenecía a ese escueto grupo de grandes artistas que, en la madurez, sacaban sus mejores trabajos como Van Morrison, Tom Waits o Neil Young. Los ejemplos de devoción hacia sus canciones son innumerables, y se materializan en versiones de todo tipo realizadas tanto por los dinosaurios del rock como por los cachorros del punk.

Aunque el ejemplo más cercano lo tengamos en que dos de las bandas más importantes del pop independiente de este país se interesaron por él incluyendo sus composiciones en algunos de sus discos y tocándolas siempre en directo. Así lo hizo Lagartija Nick con Take this waltz y Surfin' Bichos con Hallelujah.

Aún recuerdo el concierto de Perla Batalla, una de las coristas más importantes del cantante californiano, en el auditorio Alfredo Kraus en el marco del Festival Arrecife de las Músicas. Batalla, que trabajó con él en la época de I'm your man y que salía a la derecha del cantante en todos sus vídeos, no hacía más que contar anécdotas sobre Cohen entre canción y canción durante su primera visita a Canarias.

Una de ellas define perfectamente cómo era del carácter del autor de Suzanne. Batalla contaba que, en el restaurante de un aeropuerto, mientras esperaban para embarcar en un vuelo, se les acercó un muchacho rubio que dirigiéndose al artista le comentaba: "Tu obra ha sido una influencia trascendental en mi obra, y muchas de mis canciones se han inspirados en tus letras". Cohen casi no prestó atención a aquel muchacho y se limitó a contestarle: "Ah, muy bien, gracias". Cuando se marchó, el cantante se dirigió a Batalla y le dijo: "Parecía un buen hombre". Y ella le contestó: "¡Pero, Leonard, si era Sting!".

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