Lo voy a contar. Quizá sea el momento de hacerlo. Pocos saben que aquella madrugada del 2003 cuando la Guardia Civil detuvo en el aeropuerto de Gran Canaria a Ruth, "la travesti de la Silicona", al bajar de un avión procedente de Barcelona, yo estaba con ella y la policía me detuvo también a mí. Me acusaba de algo así como de obstrucción a la justicia y a ella de lo que ya saben. La silicona. Veníamos de vender su exclusiva a Antena3 y negociar una aparición en Crónicas Marcianas. La policía no perdonó que LA PROVINCIA titulara en la primera página un ofendedor "sigue en paradero desconocido la travesti que inyecta silicona en peluquerías canarias" y al lado la gran foto de Ruth concediéndonos una amplia entrevista, relajada y guapa. La había localizado antes que ellos y eso hirió su amor propio. Un amigo me puso en la pista de Ruth; supe que estaba en un piso de Hoya de la Plata así que toqué, entré y allí estaba. La mochila con las jeringuillas y los botes de silicona por el suelo y ella feliz en el fumadero. Recuerdo aquella casa rodeada de la inmundicia que transita la muerte.

No la había visto jamás pero me acerqué y le dije "te busca la policía, Ruth. Vente conmigo, vendemos la exclusiva en Madrid y con ese dinero pagas a un abogado que te saque de esta mierda". Y así fue. Horas más tarde estábamos en Madrid.

Al regresar, ya digo, detenidas ambas. Nos metieron en el furgón. Yo fui puesta en libertad a las dos horas porque intervino La Provincia pero ella lo tenía complicado y se la llevaron a la cárcel de Tahiche. Pero, efectivamente, con aquel dinero pagó un defensa judicial seria.

Algunas peripecias vividas. Estos días he recordado a Ruth que hoy es una mujer nueva, lejos de la droga, porque iba camino de ser otro juguete. Como la Veneno.

Ella supo escapar