El Gobierno (canario) ha anunciado que el próximo año bajará el IGIC cultural del 7 al 3 por ciento y creo que ha sido su mismo presidente, Fernando Clavijo, quien ha pronosticado que como consecuencia directa nos espera poco menos que un renacimiento cultural que dejaría bizco a Pico de la Mirandolla. Después de más de un año al frente del Ejecutivo quizás no sea exagerado atribuir a Clavijo una creencia poco menos que mágica sobre los efectos económicos, y aun laborales, de las reformas legislativas y las (ligeras) bajadas impositivas. Si existe un espacio empresarial en la que esta suposición es absolutamente gratuita es en el de las organizaciones dedicadas a la producción cultural y la distribución de contenidos de ocio.

Más de las dos terceras partes de las empresas culturales que operaban en Canarias hace menos de una década (prácticamente todas eras pymes) han desaparecido. Es un tejido cultural y asociativo difícil de articular y de prolongarse como proyectos en el tiempo, aunque genera un valor añadido importante y está crecientemente relacionado con la inversión en investigación y desarrollo y el diseño de liderazgos tecnológicos locales, regionales o nacionales. Las llamadas industrias culturales y creativas necesitan vínculos de colaboración con políticas de innovación científica y tecnológica, tanto públicas como privadas, y esa demanda deviene más importante que la reciente ocurrencia de Coalición Canaria de ligar la actividad cultural con la oferta turística. Detrás de todo esto sigue palpitando la idea coalicionera de que la cultura es más o menos como una flor identitaria en el ojal de los presupuestos y no como una praxis social y, al mismo tiempo, una actividad económica con su propia dinámica, especificidades y necesidades. Solo hay que detenerse en otra ocurrencia --el bautizado como Festival de Música y Danza Tradicionales- que es descrito como un instrumento para la divulgación de nuestra identidad cultural, porque la huella dactilar del alma canaria tiene y tendrá para siempre la forma de una folía. Es terrible que ya avanzado el siglo XXI nos siga persiguiendo esta retórica desdentada y absurda y estúpida y también improductiva. La aldeanización del Festival de Música de Canarias ahora en marcha es la cruz de la moneda. Una moneda o dos menos. Una bajada de cuatro puntos en el IGIC cultural. A ver si se calienta tanto el ambiente que empezamos a exportar diseños informáticos y novelistas históricos y maestros en la bandurria y nos terminamos creyendo que todo el monte es orégano.