Como dijo una vez Jorge Guillén, "cuando oigo la palabra patria, salgo a correr porque de inmediato viene la sangre" o algo así. Me ocurre lo mismo, con todas las patrias y todos los patriotas. Y más ahora que la apología de la patria la lideran políticos con coleta que no son sioux. Por eso me produjo un rechazo inicial el libro de Fernando Aramburu, Patria, (Tusquets, septiembre de 2016) que ya un minuto antes de estar en las librerías venía cargado de elogios y de buenas críticas. Demasiado bonito para ser cierto y, además, tratándose de la patria de la que se trata y de las consecuencias cercanas de ese patriotismo. Ni puñetero interés y mucha pereza respecto a todo lo que tiene que ver con la historia reciente de Euskadi/País Vasco, denominación a elegir o póngase otra, me da igual. Mucha pe-reza porque con frecuencia te obligan a situarte de parte, a juzgar (siempre se olvida aquello de "no juzguéis y no seréis juzgados"), a condenar, a solidarizarte. Siempre hay cabecillas de víctimas que después resulta que son parientes lejanos de una víctima. En fin, todo muy triste, los asesinatos, las guerras sucias que empezaron en 1973 no con los socialistas precisamente, los presos, las torturas, más asesinatos, aquello de la acción reacción? Pereza en exceso, digo, que me llevó a no caer en la tentación de comprar el libro de Aramburu. Hasta que caí y me inyecté sus más de seiscientas páginas de un tirón. Como casi toda la gente que conozco que lo ha leído. Si tuviera que escri-bir de literatura, llenaría folios de alborozo sobre este libro. Su técnica es perfecta, con una maestría muy destacada a la hora de mezclar monólogos de distintos personajes y de ir y venir en el tiempo con los trancos precisos. Pero aunque todo eso está muy bien, no es lo más importante. Lo que más impacta de Patria es que su asunto, su tema, es el contrapunto perfecto del propio título. Hay un par de pasajes en la novela que dibujan en acuarela de trazo rápido, en ráfaga clara y rotunda, el papel de la iglesia vasca en el último medio siglo. Y la mezcla letal que supone la fusión de madres ignorantes y mandonas con curas trabucaires. Pero se pueden encontrar más cosas, la ternura de una chica, la lucha barojiana por la vida de un personaje menor, el arrojo de la protagonista hasta su abrazo leve, la negación de la felicidad de uno de los personajes transversales? Lean Patria, por favor.