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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

El test frente a la gramática

La nueva selectividad que entra en vigor establece que la mitad de las preguntas de un examen pueden ser tipo test, es decir, una batería de opciones entre las que hay que elegir una. La elección de un 50 por ciento para la tipología se hace después de plantearse el 100 por 100, porcentaje que fue desechado por las críticas de los que creen que dicho sistema no demuestra la verdadera madurez del alumno. En contrapartida, es más fácil de corregir y las valoraciones a la hora de calificar están menos sometidas a la subjetividad del corrector. Pero esta objetividad del test tritura todas las preocupaciones sobre las faltas de ortografía de nuestros alumnos, la capacidad de comprensión, la interpretación de las lecturas, la habilidad a la hora de exponer una argumentación... En fin, toda una serie de cuestiones de las que se ha hecho eco en sucesivas ocasiones el informe Pisa. Todo el que ha sido estudiante sabe que el test contiene un cierto azar, tanto en contra como a favor. También es la mejor fórmula para acercarse al positivo "porque me suena", por no hablar ya de que la acumulación edición tras edición de las respuestas correctas dará lugar a una base de datos a la que acudir cada vez que hay una selectividad, siempre para encontrar la opción que puede tocar. Desconozco, y creo que nadie lo conoce, de qué manera va a influir el 50 por ciento de una redacción desastrosa sobre otro porcentaje similar tipo test sin error. ¿Qué parte del examen pesará a la hora de establecer la calificación definitiva? También se puede plantear lo mismo en el caso de que el resultado del alumno fuese a la inversa, menos de test y más de expresión escrita. A partir de este anuncio sobre el modelo de selectividad, que cada autonomía modulará a su gusto, entramos en una etapa donde los aspirantes a las carreras universitarias pasan a obsesionarse por los test. Esperemos que ello no suponga un desplazamiento de las prioridades (o al menos lo eran) del sistema educativo: gramática por los suelos, y hasta dificultades para desentrañar el esqueleto de una novela.

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