Neo entró en mi casa por el balcón, de un salto con doble tirabuzón y pardelera invertida, y me dijo que teníamos que hablar. Yo, que en ese momento me estaba comiendo un bocadillo de mortadela y un café con leche, me llevé tal susto que brinqué como Chiquito al final de un chiste y se me escapó una loncha del embutido al techo. Eso me puso a la defensiva.

Le grité que se fuera, obvio, pero me convenció de que no venía a robar y me calmé un poco aunque, por supuesto, con la cucharilla del café como arma. Era la primera vez que me visitaba Neo, hasta entonces siempre había venido Morfeo (como tres veces ya) pero sin obtener un resultado positivo. Y así se lo hice saber. "Me da igual que ahora venga el encargado, no compro", le dije. Neo negó con la cabeza y aprovechó para explicarme que Morfeo se había retirado a una cueva profunda de Sion. Ya no le salía el juego de las dos pastillas como antes y eso lo había hundido. "Resulta que, ahora, cuando le das a elegir a la gente entre una u otra, la mayoría prefiere la azul, quedarse como están. Casi nadie opta por la pastilla roja porque te da un viaje muy malo, cada vez más chungo, un bofetón de realidad que pocos soportan con humor. Encima, según me dijo Morfeo, han comenzado a aparecer quienes no quieren ninguna de las dos. Esto es lo peor, tenías que haberle visto, flipando, pintando las pastillas de otros colores a lo cutre, con rotuladores Carioca". Le respondí que era una pena pero sin pensar, me tenía hipnotizado la mortadela al lado de la lámpara del techo.

"Resulta que Matrix se ha perfeccionado", prosiguió Neo, "hace años, cuando empezó Gran Hermano, Mercedes Milá (una de sus mejores agentes) dijo que ese programa no era una boñiga, sino un experimento social. Todos la creyeron, aceptaron barco como animal de compañía. Y decía la verdad, experimentaron, pero con los espectadores. Ahora que todo el mundo está acostumbrado, Matrix mete ese formato no sólo como entretenimiento, sino en las noticias, en la política, en... ¡la vida!". En ese momento cogió resuello y aproveché para pedirle que me bajara la loncha, ya que él sabía brincar como las cabras, pero me ignoró totalmente, había venido a desahogarse. "En la actualidad están trabajando en el pensamiento único, el de colmena. Fíjate en lo de Trump. Le votaron sesenta millones de personas, ¿me vas a decir que no había nadie que vaticinara su triunfo? ¿Ningún periodista, tertuliano, ventrílocuo o lo que sea, que se imaginara el fracaso de Clinton? ¿Sesenta millones? En menos de un año ha habido dos elecciones en España, lo del Brexit, Colombia, Hillary-Trump, y seguimos sorprendiéndonos con los resultados. Los medios, ahí es donde vive Matrix".

En ese momento yo regresaba con una escalera de la solana. Le dije que se tranquilizara, que lo veía muy tenso. "¡Es que es para estarlo!", volvió al blablablá, "¡Jóvenes quejándose por la falta de Mujeres, Hombres y Viceversa! ¡Debates en la pública con tertulianos de ideas compartidas! ¡Un selfi de Cristiano Ronaldo con la ceja en Tamadaba durante los informativos! ¿No lo ves? ¿Te parece poco? Y la gente sigue eligiendo la pastilla azul... siempre azul..."

Me acordé de que Neo estaba en mi casa al rato. Lo vi sentado en el sillón del salón, con el mando en la mano, iluminado por el brillo élfico de la televisión. Sacudí su hombro y me miró, con ojos vidriosos, para decirme "Ve-ne-zue-la" como en un gemido. Le puse una mantita.