Aunque bastante extendida en otros dominios lingüísticos del español, es una locución verbal muy usual en Canarias. El mismo Diccionario lo contempla como un coloquialismo para referirse a "conseguir con maña alguna ventaja".

'Sacar tajada' es en el común de los usos aprovecharse de una situación o beneficiarse de algo, de alguna operación o negocio, en ocasiones, de manera turbia, poco honesta o poco clara, podríamos decir. Me ha parecido ver su probable origen, más allá de la etimología latina que nos porta al participio del verbo 'tajar', 'cortar' (: Del lat. vulgar taleare 'cortar', y este derivado del lat. talea 'brote, renuevo'), en el semitismo néshej o nések que literalmente significa: 'mordida', 'tajada'. Así se deduce, entre otros textos, de uno de los tratados del Talmud al comentar el pasaje bíblico Deuteronomio 23,20 que recoge la interdicción: "No aceptes de tu hermano o compatriota 'tajada' (néshej)?" [esto es, usura]. La usura -en sentido originario- es el interés que se lleva el prestamista del dinero o del género que presta en el contrato de mutuo o préstamo. Práctica esta que en la Antigüedad quedada vedada a los hebreos, si bien tal prohibición no tenía carácter erga omnes -por así decirlo- pues regía sólo entre judíos, como se infiere del término hermano -y confirma la exégesis- y no así cuando la transacción se efectúa con un gentil.

Muchos de los proverbios y expresiones populares gozan o se impregnan de la universalidad de la cultura judeocristiana -ya lo hemos apuntado en más de una ocasión- como elemento determinante, y no sólo a niveles conscientes, como se pone de manifiesto en sus variantes ideológico-religiosas, sino también en sustratos subliminales del lenguaje que impregna convicciones y razonamientos sutiles, pero de profunda influencia en el hablante. (Valga como ejemplo: 'el diablo los cría y ellos se juntan').

La 'tajada' se refería, pues, al interés pagado por el deudor o el beneficio obtenido por el usurero, práctica que en determinados periodos históricos resultó perseguida y nunca gozó de muy buena prensa, como elemento o subterfugio que roza la ilegalidad o lo inmoral. (No se olvide que el oficio de prestamista era reservado casi en exclusiva a miembros de la comunidad sefardí durante la Edad Media). Es probable que de tal connotación negativa, el término haya llegado hasta nosotros por lexicalización a través de la imagen figurada que traslada el que parte el queso y se lleva una buena 'tajada' o 'mordida', como quien reparte el botín procedente de una rapiña (bien se dice aquello: el que parte y reparte, se lleva la mejor parte). Y traslada este esquema ideológico al lenguaje común que, de hecho, sigue utilizando términos coloquiales tales como: 'tajada', 'mordida', 'untar', 'dar de comer', 'mamar', 'chascar', etc., en relación al acto o a quien recibe comisiones, ganancias, favores o ventajas de cualquier tipo, en asuntos públicos o privados, muchas veces un tanto turbios, aunque no siempre necesariamente ilegales; otras veces de manera claramente deshonesta como la aceptación de sobornos, dádivas, dinero o cualquier fruto de cohecho. Pero aquí hay que hilar muy fino con los verbos porque no es lo mismo 'sacar una buena tajada' de un asunto que 'agarrarse una buena tajada'. Y es que las palabras a veces las carga el diablo, oiga?