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Zigurat

Qué será de Siria

Hace ya más de un mes que empezó la ofensiva para recuperar los últimos lugares donde se atrincheran los yihadistas del ISIS en Mosul. Y lo cierto es que las noticias que llegan son muy escasas, por no decir casi nulas; verdaderamente no se sabe con exactitud lo que está ocurriendo sobre el terreno. La preocupación internacional se manifiesta en intentar que los refugiados sean acogidos y que no se les cuele por el norte hacia Siria el estado mayor del ISIS, formen un nuevo califato y se extiendan por los Balcanes, el Cáucaso y algunas repúblicas exsoviéticas de mayoría musulmana.

Ahora se ha añadido un nuevo problema que necesita de nuevas soluciones: la elección de Trump como presidente y comandante en jefe del ejército imperial de Norteamérica. Ya ha dicho en varias ocasiones que no va a permitir que Siria caiga en manos de los terroristas y que se va a implicar a fondo en el conflicto.

Tan preocupados están unos y otros, que en la reciente cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, celebrada en Lima, entre bastidores Obama y Putin, que se profesan mutua antipatía, hablaron sobre la necesidad de lograr un acuerdo antes del próximo 20 de enero. La fecha no está señalada al azar: el 20 de enero termina el mandato gubernamental de Obama y entra en la Casa Blanca Donald Tremp y eso sí que es un problema.

Porque si nombra secretario de Estado de Defensa y exteriores a quien tiene en mente la cosa se complica de manera preocupante para todo el mundo. Y de la otra parte Rusia, con su importante base naval en Siria y su demostración de fuerza en la región no dejan lugar a dudas. El ministro de Defensa ruso ha dicho no hace mucho que las conversaciones de paz sobre Siria están aplazadas sine die y ya van cinco años de guerra y miles de muertos, desparecidos y ahogados en las aguas del Mediterráneo.

Hay varios países implicados también en esta guerra, unos desde la lejanía y otros sobre el terreno. En la lejanía está Arabia Saudí y justo al lado Turquía, que apuestan por una invasión terrestre para expulsar del poder a El Asad y de paso a algunos musulmanes que no son de su confesión, como chiíes o grupos como Hizbulá. Aunque Turquía, sumida todavía en las secuelas del golpe de estado, intenta por todos los medios que los kurdos no conformen un Estado entre fronteras. De cerca observan Irán e Israel que hacen lo suyo pero sin que se note mucho, aunque el nerviosismo de Israel puede bajar de intensidad después del 20 de enero, cuando en uno de esos viajes provocadores Trump declare, en contra de todos los pronunciamientos internacionales y de Naciones Unidas, a Jerusalén como capital de todo Israel.

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