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Al azar

El zar Trump

Donald Trump ha derribado un muro para levantar otro. Se suceden los titulares del tipo de "El presidente electo coloca al frente de la Administración a personas que se le parecen". Una sorprendente noticia, sin duda. El espectador de a pie se enfrenta a una batería de interrogantes. ¿Es lo más importante que ha sucedido durante su vida? (Sí). ¿Recibiría a Trump en su domicilio, o se desplazaría a la sobredorada Trump Tower neoyorquina para conocer al primer zar de Estados Unidos? (Sí). Sin olvidar el dilema planteado por Susan Sarandon, ¿puede alguien alegrarse de la derrota de Clinton sin celebrar el triunfo de Trump? (No). Y la cuestión más acuciante, ¿cambiará Trump a la presidencia o viceversa?

Solo la última de estas preguntas admite el contraste con la actualidad. Procede a buen ritmo la asimilación de Trump. El primer presidente billonario de Estados Unidos se apea de su maximalismo, para abrazarse a Obama y Hillary Clinton. La entrevista del magnate con el programa 60 minutes de la CBS fue una pesadilla para la presentadora. Excepcionalmente, el conflicto no surgió porque el entrevistado pretendiera abusar de Lesley Stahl, o por referencias a la menstruación como las utilizadas en los debates de campaña. Simplemente, no había manera de arrancarle una respuesta provocadora, a la altura de la trayectoria del personaje. El ogro se ha dulcificado.

Trump se pavonea hoy porque la visita de un cuarto de hora a la Casa Blanca se prolongó durante 90 minutos. Le negó a Obama el nacimiento en Estados Unidos y le atribuyó un islamismo clandestino, ahora lo define como "muy inteligente". Michelle Obama comparte las virtudes de su marido, y además ha aconsejado a Melania sobre la vida familiar en la residencia presidencial. El programa es el mensaje, y la elección del ortodoxo 60 minutes desarbolaba la imagen de hostilidad a los medios de masas, propagada durante la campaña por el candidato infiltrado en el Partido Republicano. Empleó el mismo criterio elitista que Hillary, aunque la aspirante derrotada odia a los periodistas con más saña que el vencedor.

La mayor preocupación de un político consiste en incumplir su programa electoral con disimulo. La contrarrevolución de Trump no afecta a la mendacidad programática, sino a que pretende vulnerar su menú de campaña sin subterfugios. Antes de aspirar a la Casa Blanca, no mostraba especial preocupación por el aborto ni por las bodas homosexuales que encabritaban al coro de las iglesias evangelistas. Para acceder a la presidencia, se convirtió en campeón de ambas causas sensibles para los republicanos. Logrado su objetivo, desviaba sin contemplaciones los dardos lanzados por Stahl para que se mantuviera en las posiciones ultramontanas que le caracterizan.

El nuevo Trump ha levantado un muro para defender la santidad del matrimonio homosexual. Se aferra al veredicto de un Tribunal Supremo cuya composición le repugna. En cuanto a la interrupción voluntaria del embarazo, reiteró que "va para largo". La emblemática liquidación de la doctrina afirmada en el caso Roe vs. Wade no supondrá la prohibición del aborto, sino el traslado de su gestión a las legislaturas estatales. El político que ha sido comparado desfavorablemente con Hitler, Mussolini y Stalin, se reencarnaba en un maestro del cambalache, casi un socialdemócrata. Incluso la expulsión masiva de inmigrantes se circunscribía a delincuentes peligrosos. Y con la alternativa de encarcelarlos, tal vez tras un juicio justo. Eso sí, difícilmente puede sobrevivir Estados Unidos si alberga a tres millones de criminales organizados en su seno, según pretende Trump.

La civilización consiste en que una persona pueda acceder al cargo más relevante del planeta sin necesidad de matar a nadie. Una vez en la cima, el derramamiento de sangre se hace inevitable. Quien desee conocer en profundidad a Trump, debe detenerse ante la memorable imitación a cargo de Alec Baldwin, en el programa satírico Saturday night live. El actor republicano se ceba en la peculiar pronunciación de "China", en labios del nuevo presidente. En un tuit de su campaña, el entonces candidato advirtió de que "el concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos, a fin de que los productos estadounidenses no fueran competitivos". El nuevo mantra asegura que el presidente es más peligroso para el resto del mundo que para su propio país. Esta doctrina obvia los bombardeos y los drones de Obama. También conduce al interrogante final, ¿a qué país emigrarán quienes no desean vivir en los Estados Unidos de Trump?

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