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Por dentro y por fuera

El macguffin del salario mínimo

Hace pocos días, la oposición vivió su jornada de gloria frente al Gobierno, al conseguir la admisión a trámite de la proposición para subir el Salario Mínimo Interprofesional a 800 euros, a partir de 2018. Como si fuera la panacea para arreglar las disfunciones de nuestro mercado laboral (y esta es una de ellas: en 2015, casi el 35% de los asalariados percibieron ingresos iguales o inferiores al salario mínimo, equivalente a 655 euros al mes, por 14 pagas).

Pero uno tenía la sensación de estar ante un efecto Macguffin. Según Alfred Hitchcock, director de cine y creador del concepto, dicho efecto consiste en hacer que los personajes de la película avancen en la trama pero sin que, en el fondo, tenga ninguna importancia para la historia.

Primero, habrá que ver si prospera la tramitación del proyecto en los términos propuestos (todos los grupos quieren introducir enmiendas) y a qué velocidad (ya que el Gobierno tiene mecanismos dilatorios). Más importante aún: deberá saberse si Bruselas/Berlín enviarán "recados" para que no se apruebe.

En segundo lugar, debemos centrarnos en la trama. Porque el problema, siendo grave, no está (solo) en los bajos salarios. O en la mala preparación de los jóvenes, con deficientes resultados en los informes PISA, lo que explicaría el alto paro juvenil (otro Macguffin). El obstáculo principal es nuestro modelo productivo, que potencia la inversión en sectores de medio y bajo valor añadido (turismo, hostelería, construcción)... y al que ya le está bien la baja cualificación, para contratar (somos el país europeo que ocupa a más jóvenes sin cualificar: el triple que los demás). Así, si se decreta un salario mínimo como el citado, ¿alguien cree que aumentará más la contratación, ante el coste derivado de ello? Pero parece que da igual, si te puedes llevar el aplauso del "pueblo".

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