No sé si la historia ya lo estará absolviendo, pero no cabe duda de que lo deberá tener en cuenta siempre. Más que las lapidarias frases que pronunció o los extensos discursos, forjó una forma de ver la realidad latinoamericana que muchos años después daría como resultado que las clases populares nativas llegaran al poder en muchos países.

Particularmente siempre me interesaron los movimientos populares de resistencia anteriores a la revolución, desde los años cincuenta hasta la entrada en La Habana. Desde el asalto al Moncada, Manuel Céspedes y Bayamo a los imprescindibles Frank País o Santamaría, hasta el desembarco en Las Coloradas y de aquel campamento en paso de La Plata a tiro de piedra del Turquino, hasta la invasión de Bahía Cochinos y la crisis nuclear entre Rusia y EE UU con Cuba en el medio dispuesta a saltar por los aires.

De cómo 12 hombres que llegan exhaustos en el Granma a las costas de Oriente y en tres años toman el poder. De los nombramientos de comandantes de las columnas guerrilleras -donde había un sacerdote-, de las organizadas células urbanas que procuraban asistencia a los de la sierra, porque sin la lucha urbana y la progresiva unión de campesinos a las guerrillas y de los que se salvaron, que fueron el núcleo duro de la revolución y el que constituyó el ejercito rebelde.

En más de una ocasión tanto en Cuba como en otras partes sentí la necesidad de ponerme en lugar de los cubanos que amaban y defendían la revolución y en otras me desilusionaba con la opresión de una parte importante de ciudadanos que no aspiraban más que expresar su opinión ya fuera en libros, en música o en pintura. Pero en cada ocasión había lago que se escapaba y no porque se discutiera de materialismo, de teología de la liberación -de la que Fidel, educado con los jesuitas sabía más que muchos teólogos-, sino porque en más de una ocasión era imprescindible conocer más y mejor una cultura que había nacido tal que un enero de 1959, pues mis coetáneos nacieron con esa fecha impresa.

Y para el que le interese la política de la guerra fría no más importante fue la contribución de Cuba a la emancipación de los pueblos africanos y la penetración de una ideología que se asentó en América Latina y que en menos de una década había desencadenado o consolidado las guerrillas de Colombia, El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Ecuador... casi lo que habían soñado los ideólogos de la internacionalización.

Y también quedan las injustas persecuciones, la disipada y exclusiva vida que llevaban los miembros del partido, los extraños sucesos que ocurrieron con algunos militares y los juicios sumarios y las ejecuciones de los hermanos La Guardia y del héroe general Arnaldo Ochoa. Lo que ocurrió con el Che, con Cienfuegos, con Gutiérrez Menoyo, con Huber Matos.

Creo que en estos momentos nadie sabe lo que pasará y no solo por lo que piensan los cubanos que cada día reclaman más poder de decisión, sino porque el fantasma de la guerra fría ilumina otra vez el mundo y el primer problema es el electo presidente de EE UU, que ha declarado que anulará los acuerdos comerciales y diplomáticos con la isla. Eran muchos los que se estaban frotando las manos para entrar otra vez en el negocio cubano y continuar esquilmando lo que dejaron en los sesenta. Y por delante tiene una impresionante tarea judicial por las confiscaciones y las nacionalizaciones que aún no se han cerrado, junto a otros problemas sociales que se palpan en el ambiente entre las distintas procedencias y mestizaje de los cubanos.

Mientras esperemos que algún día los papeles secretos que celosamente custodian las autoridades cubanas se avienten para conocer algo más que la versión oficial de heroísmo y sacrificio... porque resulta muy interesante cómo el comandante en jefe se reunió y escuchó a muchos "enemigos", entre ellos a los últimos papas que siempre vieron en Cuba y en Fidel algo más que tiranía y embargos. Recibió a los teólogos de la liberación de América Latina perseguidos o ninguneados por la jerarquía católica, como a Ernesto Cardenal o Ignacio Ellacuría, Leonardo Boff o Frei Betto, Helder Cámara, Gustavo Gutiérrez y con los que tenía más coincidencias en el análisis de una sociedad enferma de capitalismo salvaje, que las diferencias entre el materialismo histórico o dialéctico con la teología. Pronto, muy pronto para atisbar qué será de este hermoso país mientras los buitres sigan rondando y resuenen las palabras pronunciadas en aquel octubre del año 1953.