No son muchos pero sí los suficientes para no pasar desapercibos; llegan volando y no son pájaros, tampoco palomas. Vienen en rueda y no son coches, se escurren entre las manos y no son peces. Todos los hemos evitado ante la posibilidad de que se te echen encima y te rompan un hueso. Y no hablo por hablar. Es un fenómeno al que hasta ahora nadie ha puesto freno y deberían. Hablo de los "skateros", es decir, de esos jóvenes y menos jóvenes que se suben a una tabla con ruedas y cuya habilidad para manejarla es evidente y divertirse, también lo será. Nada que objetar pero, claro, cuando en una sociedad unos pocos se divierten y el resto es intimidado, algo va mal. Esos chicos, la mayoría lo son, llegan trotando en sus skates a una velocidad respetable e invaden espacios, aceras, plazas o avenidas por las que transitamos quienes no usamos skates para movernos y sí dos piernas pero sin ellas en condiciones el estropicio físico y moral tiene un costo. Lo curioso es que los "skateros" tienen en la ciudad zonas exclusivas para ejecutar las más variadas piruetas sin atentar contra nadie pero como ellos son los chachis y nadie controla su conducta temeraria, aquí pan y en el cielo y nubes. Y las bicicletas, igual. Serpentean por las aceras y zonas peatonales avasallando a los peatones. No respetan nada.

Llevo tiempo observándoles y comprobando que el malestar que producen esos incívicos es extensivo a muchos viandantes en la certeza de que los "artistas" ponen en juego su integridad física. Empresarios del parque Santa Catalina, un grupo de comerciantes que viven de la paz de sus calles para atraer clientes, se han quejado al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria sobre el riesgo cierto que suponen los "skateros" alejados de los recintos adecuados para sus numeritos. Pera igual ocurre con las bicis. Sus propietarios están en la creencia de que la ciudad les pertenece y que los peatones somos obstáculos a esquivar. Hasta que un día a esos ciclistas les fallen los reflejos o reciban un empujón de protección y ocurra de nuevo lo que ya ha ocurrido en centenares de ocasiones en nuestra ciudad. Curiosamente cuando hace unos días comenté el asunto en las redes me sorprendió la cantidad de ciudadanos que han sufrido lesiones y fracturas por parte de esos energúmenos, la tribu de las ruedas.

A ver si el Ayuntamiento toma nota.