La Provincia - Diario de Las Palmas

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A la intemperie

Tumbas-chatarra

El pasado 29 de noviembre dos hermanos aparecieron muertos en el interior de la furgoneta en la que vivían, aparcada en un descampado del barrio del Pilar, en Madrid. Los descubrió un tercer hermano, el mayor, que fue a ver qué ocurría porque no contestaban al teléfono. Todo indica que el fallecimiento se produjo por la deficiente combustión de una estufa de butano con la que combatían el frío. De todos modos, tampoco es necesario recurrir a problemas de combustión. Una estufa, en un espacio tan pequeño, acaba con el oxígeno antes de que te dé tiempo a abrir una ventanilla. La noticia, pese a su dramatismo, no ha tenido el eco que se merecía: el que tuvo, por ejemplo, la del fallecimiento de Rosa, la anciana reusense que falleció a causa del incendio de su colchón cuando cayó una vela sobre él.

Los hermanos del anterior párrafo ni siquiera tenían casa. Recorrían el barrio en su furgón ofreciéndose para trabajos de fontanería y cuando llegaba la noche tumbaban los asientos, se acurrucaban el uno junto al otro, colocando los pies cerca de la estufa de butano que ese día, vaya usted a saber por qué, comenzó a emitir dióxido de carbono proporcionándoles, menos mal, una muerte más dulce que la existencia que les había tocado vivir. Probablemente venían de la clase media y se dirigían hacia la indigencia total cuando se fueron, inopinadamente o no, al otro barrio. Enviamos desde aquí nuestra solidaridad al hermano mayor, cuya situación anímica no nos cuesta nada imaginar. ¡Qué fraternidad triste, doliente, inconsolable, y más en estas fechas, en las que los gran-des almacenes comienzan a llenar de luces sus fachadas! ¡Cuánta oscuridad hay a la vuelta de la esquina o en la página siguiente del periódico!

Aseguraba el redactor de la noticia que por la misma zona en la que aparcaban su furgoneta los hermanos fallecidos hay mucha gente que vive en el interior de automóviles viejos. No sabemos cuántos de estos automóviles han devenido en furgones mortuorios porque no todo el mundo tiene un hermano mayor que se preocupe de ti por la mañana. Es posible que cada día pasemos junto a una de esas tumbas-chatarra sin advertir quién duerme para siempre en su interior.

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