Todas la ciudades crecen imponiéndose al paisaje que las acoge. Laderas, valles, barrancos, llanos cultivados, dunas, riscos... se compactan y urbanizan creando un nuevo paisaje dócil y maleable, adaptado a nuestras necesidades básicas. Pero somos sus habitantes, pese a todo, gente rural venidos de territorios agrestes, verdes, fotosintéticos.

Y siempre quisimos guardar trozos, vestigios de aquel esplendor agreste. Desde el patio interior a las azoteas repletas de macetas, del jardín a la plaza pública, un cordón umbilical nos mantiene ilusionados, unidos a nuestros orígenes. El buen ciudadano también se mira en sus balcones floridos, en sus hibiscos multicolores, en sus macetas medicinales o especieras...

Pero para el buen ciudadano todo resto del "campo" debe ser aprovechado para ser ciudad, debe ser útil, debe hormigonarse más temprano que tarde. Y esa conciencia cívica de colmatación la asumen sin temor los planificadores, conscientes de que todo solar está en espera de edificarse o de utilización más rentable que el mero "open space" que ahora es.

Después de todo, las fuerzas vitales que impulsan el desarrollo son prepotentes porque:

"Los hombres que representan los intereses de la industria, del comercio o el tráfico o de la habitación son emprendedores y poco sensibles. Son hombres de acción y por eso no es de extrañar que todo plan, todo proyecto, ceda ante su voluntad. En cambio, los defensores del campo, del árbol, del paisaje, de la flor, son gentes sencillas, de modesto valor combativo y más propensos a la tierna vaguedad que a la acción,..: ejército pacífico, sin armas ni generales, predestinados seguramente a la derrota..."

La actitud discriminatoria frente a los espacios verdes se revela muy claramente en el recién tramitado Plan Especial de Protección de Vegueta-Triana, pero no desdibuja el tratamiento de los anteriores planes que el Ayuntamiento de Las Palmas ha aprobado para esta parte de la ciudad atlántica. Se le acusa de haberlos devastado, colmatado, urbanizado... Predominaron siempre otras necesidades como el comercio, el trazado urbano, el viario, el parking, todas exigencias básicas de una ciudad moderna. El despilfarro de espacios verdes no era cosa de admitirla en una ciudad con espíritu emprendedor.

El último Plan se "cepilla" varios espacios libres dentro de la malla urbana de Vegueta-Triana, por mal ubicados, inaccesibles, escuetos, entremedianeros, molestos para los residentes... y por ello ordenados con un fin residencial más acorde con un pretendido genius loci urbano. Es el caso del vacío interior, asimilable al de Las Lagunetas, entre las calles Travieso y Arenas.

Además, de los trece Espacios Libres nominados, tres de ellos se duplican en su función, pudiendo acoger tanto espacio libre como aparcamientos: uno diminuto en la calle Doramas, asegurando así la imposibilidad de crear un espacio de bulevar en la calle Juan de Quesada, impidiendo de paso su peatonalización; otro en la calle Francisco Gourié, cuyo destino se une a los solares de propiedad municipal ya edificados de la antigua Madrileña y solar colindante, destinados a recrear más residencial edificable en un tramo de espacio público donde ningún jardín permanece.

Y, por último, el más amplio, el único territorio aún posible de ajardinar, un último relicto verde de propiedad municipal frente a un edificio tan emblemático como el antiguo Hospital San Martín, entre las calles Ramón y Cajal y Verdi, donde las buganvillas y los laureles se resisten a desaparecer. El Pepri actual -como ya lo hizo el Pepri 2001 bajo gobierno del PP- proyecta todo una operación de aparcamientos subterráneos, imprescindible, al parecer, para el buen recuperar del cauce del Guiniguada.

Muchos parques, jardines y bosques se ofrecen por parte del planeamiento de aquí en adelante, pero nada de la defensa de lo vegetal existente, árboles de muy buen porte y edad y cerradas enredaderas cuyos gruesos troncos son como brazos que parecen querer resistir el ataque del armado hormigón.

El futuro es algo con lo que los espacios verdes tienen que disponer como elemento activo. Cualquier realización que implique plantación o forestación requiere algo que no necesita la arquitectura, más inmediata y finalista. La proyección de un parque, de un jardín, de un espacio verde requiere transportarse en el tiempo 20 o 30 años adelante para materializarse. Por eso es bueno contar con lo ya construido por la naturaleza y por nuestros ancestros, por eso es bueno integrar a los supervivientes vegetales urbanos, algunos con edades centenarias o cuasi. No vale aquí aquello de "cortar uno y plantar 20" porque falta la dimensión temporal.

Pero, no nos hagamos aún el harakiri. La prepotencia de los intereses desarrollistas continuará ejerciendo su acción en el futuro. Y a su presión agobiante se unirán otros factores contrarios a los espacios verdes. Ahí tenemos los nefastos efectos de plagas y enfermedades que derriban cientos de palmeras, que afectan a dragos y que continuarán llegando y mermando el verde más emblemático de esta ciudad. No podemos por tanto renunciar a los espacios verdes, es de insensatos amenazar nuestra calidad de vida y la de las generaciones futuras permitiendo que sigan "hormigonándose" los escasos espacios libres potenciales de nuestra ciudad.

Aprovecho la tarde para reposar al amparo del arbolado aún presente en el Parque de San Telmo. Disfruto de un cálido atardecer previo a la tormenta y, al igual que yo, grupos de góticos adolescentes, jubilados paseando a su perro, turistas de cruceros... se expanden y regocijan a lo largo de este espacio verde. Recupero el sentido del "open space" británico traducido como espacio libre en nuestro urbanismo. Pero me invade la nostalgia tenaz que no quiere creerse que estas divagaciones sobre el tema de los espacios verdes en Las Palmas y más en concreto en el Pepri Vegueta-Triana tengan alguna acogida futura. Pero bueno, lo que sea sonará.

P.D: El título y contenido de este articulo se inspira -y reproduce párrafos- del publicado en 1973, en Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo, nº 99, Espacios verdes: futuro incierto, firmado por Nicolau Maria Rubió i Tudurí, arquitecto-jardinero.

stylename="050_FIR_opi_02">csuarod57@gmail.com