Se preguntarán ustedes por las razones de la continuidad del pacto de gobierno entre Coalición Canaria y el PSC-PSOE tras cientos de crisis, amenazas, reconciliaciones, admoniciones, reuniones públicas y secretas, murmuraciones y chismes zafios. Por pura desesperación hermenéutica estuve persiguiendo hace un rato a un chucho callejero para acabar con él y decodificar una explicación convincente en sus entrañas sangrientas, pero no lo conseguí. Como la única fórmula para obtener una respuesta fiable consiste, precisamente, en leer las entrañas de un animal (o en su defecto de don José Miguel Barragán) no puedo satisfacer su curiosidad, solo esbozar una modesta hipótesis.

Aplicar el análisis de los incentivos de los agentes políticos tal vez sería suficiente. La respuesta más sencilla -la obviedad más desconcertante- puede ser la más precisa. CC y PSOE se resisten a romper porque intuyen que para ambos los costes de la operación serían -muy probablemente- superiores a los beneficios, sumergidos además en la convicción, un tanto pueril, de que todo puede suceder, cuando lo que suceda depende básicamente de sus decisiones. Coalición puede cerrar un pacto con el PP, pero rompiendo con la estratagema inicial del presidente Fernando Clavijo: una geometría variable de acuerdos, apoyo condicional a Mariano Rajoy y Gobierno autonómico con el PSC-PSOE, evitando poner todos los huevos -incluidos los suyos- en una única cesta. Por mucho que haya hablado con Asier Antona de las sabrosuras del pato confitado, y aparte de no fiarse ni remotamente del ortopédico líder del PP canario, renegociar ahora un Gobierno se le antoja a Clavijo un escalofriante ejercicio masoquista que además resulta profundamente desagradable para los coalicioneros majoreros y palmeros. Por lo demás no suman y sería imprescindible el concurso de Casimiro Curbelo, que exigiría para empezar un jacuzzi para cada gomero y una media pluviométrica aceptable en los próximos dos años y medio sobre El Cedro. Y una cosa es mimar al dueño y señor de La Gomera -algo que ya se practica habitualmente- y otra que los consejeros se conviertan en sus secretarios, masajistas, croupieres y cocineros sin horario ni fecha en el calendario.

No sería demasiado inteligente que el PSOE se liara la manta de los pactos a la cabeza y terminara en un Gobierno con el PP. Hace dos o tres días la portavoz parlamentaria de Podemos, Noemí Santana, declaró que están dispuesto a abstenerse en la investidura de un presidente o presidenta socialista con un Gobierno conjunto del PSOE y el PP. Es curioso: la abstención del PSOE en el Congreso de los Diputados en la investidura de Rajoy ha sido retratada como una traición criminal por Podemos, pero los compañeros isleños de Pablo Iglesias se muestran dispuestos a posibilitar un Ejecutivo vicepresidido por Asier Antona o María Australia Navarro, quienes no recibieron educación en ningún koljós. Por supuesto, y aparte del odio sarraceno hacia Coalición Canaria, a Podemos ese acuerdo le viene muy bien. En quince días estarían ciscándose en el nuevo gobierno y durante el resto de la legislatura capitalizarían la voz de la izquierda dentro y fuera de la Cámara.

El Gobierno autónomo está a punto de ser desahuciado, en realidad, porque no se encontró una metodología de trabajo capaz de superar las desconfianzas de dos socios que eran el mismo que en la anterior legislatura, pero que eran distintos, con partidos agotados por problemas de estrategia, organización y liderazgo y que se resisten al cambio de la cultura política española y canaria. De una manera disparatada fue el propio Gobierno la plataforma para el debate político. En los gobiernos no está prohibido el debate político, pero ningún gobierno puede tener el debate como punto central de su agenda. Fernando Clavijo ha confundido la autoridad en la dirección del gabinete con la imposición más o menos testaruda de sus decisiones; Patricia Hernández el ejercicio del desacuerdo y la reclamación del consenso con la amenaza velada o abierta de ruptura, exigiendo en ocasiones una autonomía en la gestión impropia en un equipo de gobierno. Tanto en el debate parlamentario de la Ley del Suelo como en los criterios de reparto y asignación del Fondo de Desarrollo de Canarias los acuerdos eran perfectamente factibles. No lo ha sido por una premura grotesca, por la torpeza insólita en la gestión los canales de comunicación entre ambos socios, por la bisoñez a la hora de ejercer la autoridad de unos y otros, por la ansiedad y al mismo tiempo el miedo paralizante a romper con el socio. Aquí no existen agudos conflictos ideológicos u oscuros intereses clientelares que hayan destruido o hipotecado hasta la ruina el pacto entre CC y PSC. Aquí lo que ha fallado estruendosamente es el ejercicio mismo de la política desde la responsabilidad, la coherencia, el respeto a los hechos y las evidencias. Cuando uno está convencido de que cualquier otra fórmula de gobierno no resolvería esta situación empieza de verdad a preocuparse.