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La realidad

Una innovación pedagógica

La debilidad parlamentaria del Gobierno empieza a percibirse a diario, ya sea en el tema del salario mínimo o en la suspensión de algunos puntos cruciales de la ley que impulsó el exministro Wert. La semana pasada hemos sabido que desaparecen las reválidas y que vuelve la selectividad, todo ello en beneficio de un eventual pacto de Estado que debería negociarse en los próximos cuatro años. Con tiempo y generosidad es posible que se firme, aunque todavía nos encontramos lejos de este momento. Lo importante, en todo caso, es que la legislatura se ha iniciado bajo el signo de una fragilidad parlamentaria que exige ir negociando punto a punto y que, de este modo, paradójicamente, se pueden conseguir acuerdos esenciales para el país: uno de ellos sería, sin duda, el educativo.

Los resultados de las pruebas Timss a alumnos de Primaria, que acabamos de conocer, nos ofrecen algunas pistas de hacia dónde debería dirigirse dicho pacto de Estado. La financiación es importante, pero seguramente queda subordinada a otros factores como la calidad del profesorado y del currículum escolar o el clima cultural en que están inmersos los alumnos. En declaraciones a la BBC, el doctor Dirk Hastedt, director ejecutivo de la IEA, organismo que realiza las pruebas Timss, subraya que "no existe un vínculo aparente entre el número de estudiantes por aula y los resultados académicos obtenidos. La clave es el maestro". Y cuenta una anécdota curiosa sobre los países asiáticos que demuestra hasta qué punto han convertido la educación en una prioridad: "En Corea del Sur se llegan a cerrar las carreteras lindantes con los colegios durante el periodo de exámenes para evitar que el ruido interfiera en los alumnos". No sólo los profesores y las familias se vuelcan en los estudios, sino que es la sociedad en su conjunto la que coloca en el centro de sus intereses el éxito académico. "Educamos con todo el peso de nuestras convicciones", suele repetir con acierto Gregorio Luri. Y, si nuestras convicciones son potentes, difícilmente sale mal.

La prueba Timss también ha servido para constatar lo que nos indicó el último informe PISA: que Asia sobresale en educación y que el mito finlandés empieza ya a formar parte del pasado. El romanticismo pedagógico que rige en Europa y que nos invita a creer en un mundo feliz donde los niños aprenden jugando y sin esfuerzo es una historia tan vieja -y tan fracasada- como cualquier utopía. El profesor Pedro Ramos, que ha introducido en España el exitoso currículum de Singapur para la enseñanza de las Matemáticas, revelaba en su blog Más ideas, menos cuentas un detalle interesante sobre la última innovación educativa que se ha puesto en marcha en el Reino Unido: volver a los libros de texto. Suena a provocación, pero no lo es. Ahora que el desprestigio de la lectura en las escuelas está llegando a máximos, cabe preguntarse si la alternativa que se nos ofrece no es sencillamente peor. ¿Qué resultaría más sencillo: elevar de forma más o menos inmediata la calidad del profesorado o mejorar los libros del texto? La solución ideal pasaría probablemente por conseguir las dos cosas. Pero lo cierto es que en los países asiáticos no se ha dado la espalda a los manuales, más bien al contrario. Y, puesto que como en España el debate sobre los deberes se está cerrando en contra de los mismos, el trabajo en los colegios ha aumentado sin obviar la enorme inversión que las familias realizan en refuerzos extraescolares. Un pacto educativo no debería olvidar cuál es la orientación de estas medidas: mejorar la formación del profesorado y de los libros de texto, huir de esa vaporosa seudociencia que pasa por "innovación pedagógica" y considerar la educación como una de las auténticas prioridades sociales.

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