Hagamos un viaje low cost a una locura organizada diferente a la nuestra. Destino: Irán. Un violador se casará con su víctima. Parece una buena base para un relato de terror o de humor negro, géneros colindantes, pero no para un proyecto de vida en común. La causa de ese matrimonio empezó cuando un tipejo violó a la hija adolescente de los vecinos.
En Irán y otros países musulmanes el matrimonio entre violador y violada se pretende como una solución porque, en muchos casos, son novios de larga duración. Como los dos creen en la virginidad, la duración del noviazgo juega en contra de la relación. Una cosa tan íntima como la virginidad es terriblemente social si la ruptura del himen se manifiesta en forma de embarazo, provocando un escándalo que afecta a toda la familia. Da igual que haya habido una violación. La violada no encontrará compasión ni solidaridad social. (En España los mayores de 50 años no han vivido esta situación tan extrema pero comprenden los conceptos, algo que a los treintañeros ya les suenan a otra era u otro planeta. A las rancias teleseries españolas de sobremesa este tipo de mierda aún les excita la imaginación dramática. Y a su audiencia, también).
En Irán, la madre de la chica violada encontró una solución: que el violador se case con su hija, que juré que siempre será amable con ella y que le compre un piso de medio millón de tomanes (al cambio 125.000 euros). No todas las sociedades son partidarias del matrimonio por amor ni se preocupan en simularlo, por eso este acuerdo de matrimonio oriental se parece tanto a un acuerdo de divorcio occidental. Al oír la propuesta de la madre para retirar la denuncia, el acusado y el juez se echaron a llorar. Recuérdese que este es un viaje a la locura. Al tipejo lo iban a ejecutar por la violación. Seguimos estando en contra de la pena de muerte ¿no?
