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Cada cosa en su sitio

Podemos y el socialfascismo

Si no hubieran sido tan igualadas las votaciones sobre sus discrepancias con Pablo Iglesias, Íñigo Errejón ya sería un expulsado de Podemos. Los golpes de pecho y peticiones de perdón a las bases por ventilar la controversia en los medios y la redes no pasan de mal remiendo para un grave roto en la carrera del "centralismo democrático", clásico eufemismo de la autocracia que anuncia la hoja de ruta de Iglesias. Pero ganar por la mínima prefigura en caso de conflicto la ruptura en canal del partido "de la gente"; o sea, la irrevalencia política por partida doble. El "número uno" ya perdió la oportunidad de cogobernar el país con el PSOE de Pedro Sánchez. La forzosa oposición en una legislatura completa puede alejarle mucho más del asalto celestial, o aniquilar toda posibilidad si Errejón coge puerta con sus leales.

Ocurre con frecuencia que los caudillos de las grandes revoluciones son los primeros en caer a la hora de organizar el Estado. Héroes o villanos en la memoria colectiva, su tiempo acaba ante el imperativo categórico de las necesidades sociales. En estos días de relativa calma, ha sido muy interesante la lectura del libro Podemos, ¿comunismo, populismo o socialfascismo?, cuatro bien documentados ensayos que firman otros tantos analistas vinculados a la Fundación Gustavo Bueno, de Oviedo. El potaje ideológico de tantas indignaciones más o menos confluyentes explica hasta cierto punto la incapacidad política y los errores en el diagnóstico de los problemas reales de la gente. Iglesias bracea en la ola con la vista nublada. Quiso dar miedo -error cardinal- y lo dio. Ya no.

Entre adjetivaciones tan evocadoras como el "socialfascismo" y recetas territoriales como el "federalcatolicismo", un capítulo del libro citado contiene esta afirmación: "No hay conexión real entre Podemos y las izquierdas definidas deudoras del marxismo clásico, salvo con la socialdemocracia, con la que, eso sí, se desconecta en progressus a través del postmarxismo, aunque el regressus acabe siendo una fuerza socialfascista inserta en el juego del orden liberal-burgués que trata de aplicar políticas económicas neokeynesianas". No es precisamente ilusionante. Hay otros que, al menos eso, saben hacerlo mejor. Habrá que ver a Iglesias recosiendo el roto en Vistalegre II.

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