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Inventario de perplejidades

Sobre sentimientos y negocios

El presidente electo de los Estados Unidos de América del Norte, el inefable Donald Trump, ha puesto de moda hacer política mediante la difusión en las llamadas redes sociales de mensajes (Twitter en la jerga informática) que no excedan de 140 caracteres. No sabemos, de momento, si esa limitación forzada obedece al condicionamiento del medio elegido o se debe a alguna clase de insuficiencia intelectual por parte de quien lanza el mensaje y a las cortas entendederas de aquellos a quienes va dirigido. Por otra parte, esa forma de comunicar se adapta perfectamente a la tendencia general a la fragmentación, al análisis superficial y a los criterios cambiantes. En vista de ello, me tomo la libertad de dividir el texto del articulo en compartimientos estancos. A ver qué pasa.

Una responsabilidad en diferido. Catorce años después de la tragedia del Yak-42, el Consejo de Estado ha emitido un informe en el que se establece la responsabilidad (no penal) del Ministerio de Defensa, cuyo titular era entonces Federico Trillo, en la contratación de un avión de transporte en malas condiciones técnicas, en la repatriación precipitada de las víctimas y en la confusión de cadáveres. Don Mariano Rajoy, interrogado sobre la posibilidad de cese de Trillo como embajador en Londres, reaccionó diciendo que el asunto ocurrió hace mucho tiempo con lo que establece una novedosa teoría sobre la prescripción de las responsabilidades políticas que no se compadece con los plazos establecidos en las leyes civiles y penales. Y para rematar la faena, le encargó a la señora Cospedal la misión de fijar en el Congreso la postura del Gobierno. Una acreditada especialista en justificar indemnizaciones en diferido como se puso de manifiesto en el caso Bárcenas.

Ni se compra ni se vende. El fútbol -dicen- es una pasión compartida y una devoción irrenunciable a unos colores. Pensábamos ingenuamente que, dada esa especificidad tribal el fútbol escaparía a la tentación de constituirse en una entidad capitalista ya que los sentimientos están al margen de las leyes del mercado y como dice la españolísima copla el "cariño verdadero ni se compra ni ser vende". No ha sido así y ahora los clubes son objeto de transacciones comerciales y empresarios asiáticos se han hecho dueños de importantes entidades y las gobiernan -o mal gobiernan- a capricho desde la distancia. Una de ellas es el Valencia. El veterano club levantino pasaba por una grave crisis económica y como mejor forma de resolverla se presentó la oportunidad de venderle la propiedad a un millonario con residencia en Singapur. El nuevo dueño prometió enormes inversiones para hacer un equipo campeón pero la realidad ha sido muy otra y la perspectiva de un descenso de categoría toma cuerpo entre la entristecida masa seguidora.

Imposible regreso al capitalismo patriótico. Directamente relacionado con el fenómeno anterior. El inefable Trump amenazó a dos importantes empresas automovilísticas norteamericanas con freírlas a impuestos y a tasas si se llevaban sus plantas a México para ahorrar costos, y estas, de momento, parecen haber renunciado a sus proyectos de deslocalización. Ahora falta por saber si esa renuncia patriótica no supondrá también una rebaja de salarios a los obreros. Sorber y soplar al mismo tiempo son actividades incompatibles.

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