En LA PROVINCIA del 4 de enero leo el magnífico artículo del erudito Manuel Herrera sobre 'El testamento de Pérez Galdós' y se refiere a la muerte del más grande novelista en español, junto con Cervantes, acaecida en igual día de 1920. Dice que alrededor del difunto estuvieron su hija María, su sobrino José Hurtado de Mendoza y "también su amigo José de Mesa". Esto último me mueve a aclarar que no fue así pues a quien sin duda se ha querido referir es a Rafael Mesa y López, hermano de D. José y secretario de Pérez Galdós en la última etapa de su vida, según me contó mi padre Diego Cambreleng Mesa, quien se encontraba en Madrid en aquellos primeros días de enero, terminando su carrera de Derecho, en la misma pensión que tío Rafael, que le despertó a primera hora de la mañana diciéndole: "vístete y nos vamos enseguida pues se ha muerto Don Benito" y allá fueron.

Rafael Mesa y López, hermano menor de Don José, era todo un personaje, un gran bohemio, quién de muy joven, y después de estudiar en Madrid, se escapó a París, acogiéndose en principio a Don Fernando de Léon y Castillo, embajador de España, pues como él decía no le iba a negar su ayuda a un nieto de Don Antonio López-Botas, donde transcurrió la mayor de su corta vida, entre escritores y artistas de la vida parisina. Al llegar la guerra de 1914 se alistó en el ejército francés y fue herido en el frente. Sin noticias de su hijo, Don Diego Mesa de León, su padre, y con la censura militar, se le ocurrió recurrir a su buen amigo Camille Saint-Saéns quien pudo hacer las indagaciones precisas e informarle que se encontraba bien aunque herido y evacuado por la correspondiente ambulancia del ejército francés, siendo hospitalizado en París.

Rafael Mesa se dedicó a la literatura escribiendo obras como La Quinta Sinfonía, Las Luces de la noche sin fin, que escribió cuando estaba hospitalizado en la capital Guía del París Anecdótico y Sentimental y otras, así como multitud de artículos periodísticos.

A su regreso a Madrid le encontramos en aquellos primeros años del siglo XX como secretario de Pérez Galdós quién, según me contó mi padre, decía disfrutar mucho con las cosas que le narraba Rafael Mesa, pues no sabía las que eran verdad y cuales eran invenciones, pero que le divertían.

De Francia tío Rafael se había traído un gran perro llamado Tampa con el que se encariñó la familia. Y que estuvo siempre en la huerta de la casa familiar en la hoy antigua calle del Progreso, donde residía nuestra abuela, la mayor de todos los hermanos, y por cierto la última que falleció, María Mesa y López, viuda desde muy joven de Don Juan Cambreleng y Avilés. Y según me relató su sobrina Pacota Mesa, otra artista, hija de Diego Mesa y López, que habitaban en la casa contigua, una noche sobre las cuatro de la madrugada, se oyeron largos y tristes aullidos de Tampa. A la mañana siguiente llegó aviso del Hospital de San Martín, donde se encontraba internado, por una enfermedad venérea que padecía, que en aquella madrugada había fallecido Rafael Mesa y López.

Había nacido en 1885 y tenía 39 años. En la subida a Schamann, mirando al mar, un calle de esta ciudad, a la que tanto amaba y recordaba, lleva el nombre de Rafael Mesa y López. Un personaje ingenioso y chispeante, combativo y polémico, de temperamento volcánico amigo de juergas y partícipe de la bohemia parisina, y según los críticos, un espíritu puro y cultivado.

Perdóneme lector si por aclarar cierto error respecto al fallecimiento de Don Benito Pérez-Galdós, hace 97 años, me he extendido en detalles sobre Rafael Mesa y López, su secretario en sus últimos años, cuya biografía algún día debería escribirse.