Este dicho, convertido a fuerza de repeticiones en apotegma, se usa en el sentido de reproche para sermonear a quien ha cometido un error, una falta o provocado un daño -aunque sea menor- de manera distraída o involuntaria. Cuando la ausencia de intencionalidad en la acción pretende mitigarse con un "fue sin querer", con que suele justificarse el responsable, su destinatario responde: ¿sin querer?, 'sin querer se mató un inglés'. Aunque no sabemos con precisión si su etimología pueda guardar relación con algún hecho histórico puntual o si se trata de simple predilección del hablante por la sonoridad de la rima que ofrece en su dicción los términos: 'quere(r) - inglé(s)', o las afinidades culturales en la que se gesta su génesis. Sí resulta evocador -en cualquier caso- y es probable que esté relacionado con los ambientes de la colonia británica en las islas que tan bien ha retratado nuestro Alonso Quesada en sus textos.
El reproche muestra severidad y rectitud frente a la negligencia causante del menoscabo. No excusa la imprudencia ni la impericia en la actuación ajena, pues 'hay que estar donde hay que estar' y no se admiten equívocos que traigan consecuencias irreparables. Lo que es remediable sólo en base a la diligente prevención y a la consecuente y responsable actuación. Ya que una vez causado el perjuicio o la ofensa, aunque sea involuntaria, no hay remedio y no caben lamentos ni disculpas. El dicho pretende así ser aleccionador y admonitorio al recriminar la actitud descuidada o la conducta culposa de quien procede sin la atención debida en su quehacer. Encomiando socialmente el recto y diligente proceder frente a la omisión, el descuido o la inadvertencia, tratando de corregir así conductas futuras, lo que le inviste de su condición aforística. Porque sin querer, señores, 'sin querer se mató un inglés'.
