El magnífico Teatro-Auditorio de la villa de Agüimes recibió en Gran Canaria al Cuarteto de cuerdas de La Habana, que está girando por las ocho islas. Su programa, muy atractivo, reunía obras del brasileño Villa-Lobos, el cubano Leo Brouwer y el argentino Alberto Ginastera, además del Primer Cuarteto, Dies irae del grancanario Juan Manuel Ruiz.

Se trata de un conjunto modesto, descompensado en la sonoridad de sus miembros y también en el nivel técnico de sus prestaciones. El primer violín es el mejor, seguido a escasa distancia por el segundo; pero el viola es titubeante y la violonchelista resulta inaudible por momentos. En resumen, los instrumentos agudos dominan el espectro acústico sin que los graves aporten la indispensable solidez al bajo armónico.

El Cuarteto num.1 de Villa-Lobos, que abría la sesión, sonó sin carácter, extrañamente meloso para el siempre seguro lenguaje del autor. Los cinco primeros movimientos resultaron débiles y hasta lúgubres en pasajes cantabile, siendo la fuga del final la única pagina decisa y de perfiles definidos.

Le siguió el Dies Irae de Ruiz, escritura muy juvenil de 1998, insuficientemente entendida como fruto de la contemporaneidad de hace casi 20 años y prácticamente limitada a lo que entonces eran efectos originales, sin acertar con la estructura intencional de la obra. Lectura superficial, en consecuencia, aún reconociendo el esfuerzo volcado en sus dificultades para la coloración del sonido.

Bastante mejor el Cuarteto num.5 de Brouwer, que plantea desde una vaga verticalidad atonal procesos de integración sucesiva de células rítmicas que, evocando temas populares, transmiten un forma que podría definirse como minimalismo caribeño.

Finalmente, el Primer cuarteto op.20 de Ginastera fue lo más concreto y mejor ejecutado de la noche. De los cuatro movimientos, son tres los dedicados a la elaboración de ritmos y danzas argentinos, con uno solo de inspiración melódica, interesante en el motivo central de sabor dodecafónico, con glissandi y otros efectos de diversa condición.

En el Auditorio agüimense, 685 localidades, estaban ocupadas unas 120 (menos del 20%). Dicho sea con todos los respetos, un conjunto como éste sería inconcebible en cualquiera de los 32 festivales precedentes.