Los pensionistas no solo han de rebelarse contra el Gobierno, sino también contra el clisé. Mejor o peor, éste ya no es un país de bodas católicas ni de viejos pobres. Ni la edad provecta garantiza una existencia depauperada, ni la condición de trabajador asegura el derecho constitucional a una vivienda digna. La ministra de?Sanidad enreda con el paracetamol para ocultar la verdad esencial del reparto de la pobreza. Si los sueldos son cada vez más bajos, ¿de dónde saldrá el dinero para pagar pensiones que superan a los salarios?
En alguna de las doscientas versiones de su pensamiento único, la ministra sitúa la frontera del pobre pensionista en una renta de 18.000 euros anuales. Puede hacer una prueba, convocar plazas de funcionarios con ese salario, y examinar las colas que se forman. Incluso bajando a 17, o a 16. El drama de la economía española consiste en la desaparición del mercado de trabajo, en la conversión del salario en subsidio. El billonario Trump quiere atajar esta sangría por lo sano, la pobre ministra pretende cerrarla por lo enfermo.
España es el país de la Unión Europea que peor paga a sus trabajadores y que más beneficios sociales regala a sus clases pudientes, sin necesidad de remontarse a las periódicas amnistías fiscales para que sigan sin pagar impuestos. El Gobierno tramposo se encela con los 18.000 mil euros de la balsa del náufrago. Olvida vergonzante la variante patrimonial. Un pensionista que renta 25.000 euros pero no tiene una casa en propiedad, se halla en situación más precaria que el jubilado que corona un 18.000 pero posee un piso, tal vez dos. Merkel estalló en cólera cuando sus cabezas de huevo cuadrado le descubrieron que la mayoría de los ancianos españoles de boina y clisé tenían vivienda propia, a diferencia de la tercera edad germana. La Europa rica quiere despojarlos de este lujo, que los sitúa enseguida por encima del listón de los cien mil euros. A propósito, ¿cuántos españoles menores de cuarenta años poseen dicho capital sin hipotecar? La verdad de las pensiones es que?Rajoy no sabe cómo va a pagarlas, y ha decidido que el último jubilado apague la luz. A ver si así ahorramos algo.
