"Me levantaré cuando me dé la gana. Me opondré a las órdenes de mi mujer: ¡ levántate a las seis de la mañana; y vete al parque a correr!

(El sueño de un jubilado)

Naces, jinete sobre potro blanco, que corre sin parar, hasta la exterminación (Morir para llegar a ser: Goethe. Eres gota de agua (Heráclito) que corres a ritmo de planeta. Eres aquel que llega a la mitad del puente, que cruza el río sin saber lo que hay en la otra orilla y, ni siquiera, si llegarás a alcanzarla. Eres la flor que se abre, lentamente, y una vez abierta totalmente, inicia su marchitar. Es la vejez. La sombra de los altos edificios de tu playa de Las Canteras, que pasa lentamente sobre tu cuerpo agotado y extendido sobre la arena, al sol de poniente. Las primeras arrugas, al mirarte en el cruel espejo de tu casa (Dorian Gray). Las palabras de los amigos, que tras muchos años sin verte te dicen: "Estás como siempre". Por ti no pasa el tiempo, "Mirar a las muchachas en flor de Proust en Maspalomas, como marmóreas esculturas, sin más pretensiones. La vejez es un descorche de sentimientos en un cerebro desmemoriado, el punto exacto en el que espíritu y experiencia superan la condición física. Pero la vejez no es un estado uniforme para todos los afectados. Para algunos es una indeseada presencia que los expulsa de su antaño cálida vivienda. El parque y el juego de bolos, el bar, el café duradero de toda la mañana, el juego de dominó, de cartas, el asiento al borde de la carretera de tu pueblo, viendo pero no oyendo pasar los coches, el aburrimiento, la nada? Para mí, la vejez es disponer con libertad del tiempo. Leer y escribir, sin márgenes limitadores, durante varias horas, el amor de la esposa amada, el respeto de mis hijos, la luz que empieza a destellar en mis nietos, los amigos, los veranos en Valleseco, al olor de las manzanas, el perfume de las flores, la caricia golosa de los alisios, mar sin sal, que me envía el poderoso Atlántico por el Barranco de la Virgen.

Pero no todo son alegrías. En Miranda del Castañar (Salamanca), se celebra el próximo febrero, la procesión de la Virgen de Candelaria. Si la vela que lleva la Virgen se apaga, significa un mal año para los viejos. Si se apaga la del niño es un mal año para los jóvenes. Desde hace varios años, se apagan las dos velas. Quiero creer que es por eso por lo que los jubilados estamos sufriendo la desafortunada política del Gobierno en relación con nuestros planes de pensiones, que con subidas ridículas han ido deteriorando nuestro poder adquisitivo, habiendo subido, para mayor escarnio, en 2016 el IPC el 1,5%. Es un jalón más de la falta de respeto e interés que se tienen con la vejez, ostensible en el agravio comparativo que significa que los políticos tengan con 7 años derecho a la pensión de la Inseguridad Social, cuando a los demás nos cuesta 35 años, en escenarios diferentes: el duro trabajo de la empresa y el apacible dormitar en el No Parlamento y el hotel cinco estrellas que algunos llaman Senado, con C. Nos engañan con teorías falsas, con huchas fantasmas que desaparecen junto con los culpables. Para mí las pensiones tienen carácter de ingreso finalista propio y por tanto las cantidades entregadas a cuenta nos deben ser entregadas íntegramente a partir de la jubilación. No me valen los engañosos pactos de Toledo, cuya Comisión preside la sin par Celia Villalobos, experta en juegos telefónicos en la aburrida cancha de las Cortes. Ni acepto la teoría del trágala, que se limita a decir que la inflación castiga a las clases más débiles y entre ellas a los jubilados, como si eso nos sirviera para olvidar las malas gestiones. Me afectan las recientes maniobras con la que se demuestra el escaso interés del Gobierno con los mayores. Me refiero al copago, donde la ministra de Sanidad, ¡qué joya!, no entiende que los impuestos pueden ser progresivos, pero los derechos (el derecho a la pensión no). Si no son capaces de satisfacer nuestras justas reivindicaciones, que minoren otras partidas presupuestarias sin atender a la reciente declaración de la vicepresidenta del Gobierno de que aumentarán las pensiones si lo permite el presupuesto. No, señora vicepresidente, en el juego de los desechos no entramos. Somos los jubilados los que marcamos las partidas presupuestarias que se deben disminuir y aumentar. Disminuyan los gastos de la Administración. Sueldos de los políticos, número de enchufados, prebendas, Instituciones y Empresas, covachuelas de amiguetes y afiliados, gastos de guerras, OTAN, etc. Cambien el nombre de gastos de Defensa por el de gastos de Vida y Esperanza. Eliminen los aeropuertos donde crecen solo las amapolas, los AVE que nadie espera en vacías estaciones. Ingresen los 60.000 millones que han dado a los Bancos, los .000 millones que han dado por las Autopistas, generadoras de corrupciones, etc., etc.

Me queda lanzar una llamada a los jubilados de España, para que nos unamos y luchemos con todos los medios lícitos posibles por nuestra dignidad. No pedimos limosna sino justicia. Manifestémonos, en cualquier foro y en la calle. Es la única razón que entienden. Castiguemos a estos mediocres políticos con nuestro desprecio y nuestro voto.