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Papel vegetal

Trump y su visión simplista del comercio

Para alguien que ha amasado una fortuna con sus rascacielos, sus casinos y sus campos de golf en diversos países, Donald Trump tiene una visión simplista de cómo funciona el comercio internacional.

En sus declaraciones a dos medios europeos, el nuevo presidente de Estados Unidos amenazó con imponer aranceles del 35 por ciento a los automóviles BMW fabricados en México.

BMW construye actualmente una planta en la ciudad de San Luis de Potosí, de la que saldrán 150.000 vehículos al año a partir de 2019.

El fabricante bávaro eligió México por la baratura de su mano de obra, unida a la alta cualificación de los trabajadores y a la existencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que ahora Trump pone en tela de juicio.

Es lo mismo que hacen empresas de ese y otros países en todas partes: lo mismo en la Europa del Este que en Marruecos, Vietnam o China.

Es lo que llamamos globalización, fenómeno que ha propiciado las deslocalizaciones y destruido cientos de miles de puestos de trabajo en el mundo que llamamos "rico" mientras creaba otros en los países en desarrollo.

Y que ha permitido abaratar muchos productos, pero que ha beneficiado sobre todo y de forma escandalosa a los directivos y accionistas de esas empresas y aumentado de modo acelerado la desigualdad global.

Se quejaba Trump en la entrevista de que la Quinta Avenida neoyorquina está inundada de coches de fabricación alemana mientras que en Alemania apenas pueden verse Chevrolet.

Trump piensa sólo en Manhattan, donde vive, porque en otras partes de EE UU y al margen de algunas grandes ciudades, los Mercedes, los Porsche y los BMW son una visión más rara.

Olvida además el nuevo ocupante de la Casa Blanca que BMW, Daimler Continental y otras empresas germanas del sector del automóvil también han abierto fábricas en Estados Unidos, donde dan trabajo a miles de norteamericanos.

En cualquier caso, como le responde el vicecanciller y ministro alemán de Economía, Sigmar Gabriel, los norteamericanos "no tienen más que fabricar mejores coches" para que los ciudadanos de aquel país no tengan que optar por las marcas alemanas.

Y además, si Alemania fabrica mejores coches -aunque Volkswagen haya tenido que pagar indemnizaciones millonarias por sus trucos con sus motores de diésel-, ¿no exporta a su vez Estados Unidos sus ordenadores portátiles o sus teléfonos móviles a todo el mundo?

¿Qué pasaría si los Estados Unidos de Trump se lanzasen a una guerra comercial de tipo proteccionista con Europa, Japón o China y estos países aceptasen, como es lógico, el desafío?

Algunos recuerdan el precedente de la crisis económica de los años treinta con Herbert Hoover en la presidencia de Estados Unidos.

Hoover aplicó aranceles de un 60 por ciento como media a los productos importados, y los socios comerciales decidieron pagar a EE UU con la misma moneda.

El resultado fue que el comercio mundial cayó nada menos que un 40 por ciento en sólo cuatro años.

¿Es lo que queremos? Tal vez habría un beneficiario: el clima del planeta. Pero aun eso habría que dudarlo.

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