La Provincia - Diario de Las Palmas

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Tropezones

Breverías 31

Me relata M.T. su experiencia en un figón de carretera de la España profunda: al preguntarle al joven camarero si tenían jamón, éste va y vuelve de la cocina confirmándole que sí tienen. Al solicitar una precisión sobre si es serrano o es jamón cocido, el joven tiene que consultar de nuevo a la cocina, y a la vuelta le aclara a mi amigo: "cocido no tenemos, pero si quiere se lo cuezo". Para que luego pongan en duda que viajar amplía nuestros horizontes.

Otro amigo, R.M. me cuenta su reciente predicamento, con clara intención ejemplarizante: al pasar por una terraza de la capital, le apetecía tomarse algo fresco. Al sentarse observa en el pizarrín del local una oferta tentadora: "Hasta las 17 h. Dos mojitos por 5 ?". Habida cuenta de que el mojito está normalmente a 4,50 ?, no se puede resistir, y pide que le sirvan dos. El formato es generoso, y al dirigirse al coche se da cuenta de que le han hecho cierta mella. Pero no le da la importancia que sí le otorga en cambio la Guardia Civil en subsiguiente control de alcoholemia, donde le conminan a soplar. Y soplar es lo que le toca, nada menos que 500? y tres puntos del carnet. Resumiendo: dos mojitos 505 ?. ¡Ni en el Ritz!

Es curiosa la inesperada incidencia de algunos hitos históricos en nuestras costumbres alimentarias. En Viena, en el año 1683 estuvo a punto de zozobrar la civilización occidental ante los embates del imperio de Bizancio, salvándose por los pelos gracias a la intervención in extremis de la caballería polaca. Pues a esta resistencia numantina le debemos que el aroma de unas sacas de café que los soldados austríacos estaban quemando, al tomarlas por pienso abandonado de los camellos turcos, despertara las alarmas de un amante del café, que no sólo consiguió salvarlas, sino que puso la primera piedra de un culto a dicho brebaje que culminó siglos más tarde en la declaración de los cafés de Viena como patrimonio de la humanidad. Y por si fuera poco se creó en la misma contienda el perfecto complemento de tan aromática bebida: estamos hablando del cruasán. Los panaderos de la ciudad sitiada alertaron de sus sospechas ante unas sordas sacudidas que resultaron ser las de los zapadores otomanos cavando en la base de las murallas, donde se aprestaban a colocar la pólvora destinada a volar sus cimientos. Para celebrar el éxito de tan oportunas voces de alarma, los panaderos se inventaron el conocido bollo al que dieron su característica forma, en irónica alusión a la luna creciente del estandarte de los sarracenos.

Sea como fuere, y pese a los méritos gastronómicos del café vienés con su cruasán de compañero, creo que debemos celebrar sobre todo el resultado de la contienda; yo no quiero ni imaginar cómo sería nuestra forma de vida actual de haber sido otros los derroteros de la batalla. Por de pronto la próxima vez que saboreen su café con leche, con o sin cruasán, no dejen de alzar su taza, brindando por tan venturoso desenlace.

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