El Juzgado de Arrecife a recondenado al ya recondenado Dimas Martín por la ampliación ilegal de una casa que ya era ilegal de antiguo. Pero antes de entrar en materia sería conveniente explicar a los nativos digitales quién es Dimas, señor que ha pasado tanto tiempo en establecimientos cinco rejas desde antes de que se inventara el Twitter, que el hombre se ha ido como quedando en otra dimensión. Dimas, nacido el 8 de abril de 1948 -seis días después EE UU lanzaría una bomba nuclear en el atolón Enewetak, aunque se cree que ambos hechos no están vinculados-, fundó un partido, se hizo alcalde, presidió el Cabildo y llegó a senador pero, sobre todo, fue un pionero: en los 80 fue uno de los primeros políticos en ser condenado por cohecho, cuando ni existía tal cosa. Y a lo largo de su carrera ha acumulado como cinco o seis condenas -la cifra es indeterminada para la ciencia, como cuando el número n tiende a infinito-, por meter la mano en la lata del gofio hasta las trancas.
En este último episodio construyó, a pesar de los avisos, una mejora en el citado chozo, plantándole tres habitaciones más en pleno parque natural, en una zona con nombre alusivo: Los Rostros. Para empeorar la mejoría le endilgó una piscina, alegando en su defensa en este último juicio final que no era tal piscina, tú, ¡sino un aljibe! Se trataría pues de una nueva verdad alternativa que, en contra de lo dicho en el primer párrafo le devuelve con toda su gloria a nuestra dimensión, y que enlaza a Dimas con la teoría del 'eterno retorno', en la que todos los procesos históricos van a repetirse un número infinito de veces, como expone Nietzsche en la obra Así habló Zaratustra. Ya sabe pues, la próxima vez que revise su aljibe obsérvelo como una alternativa fuente filosofal pero no se tire de cabeza, que se va a dar.
