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opinión

Remediando un olvido

M i intención con estas líneas es sumarme a los merecidos homenajes a la memoria de Lothar Siemens y expresar mi sincero pésame por la desaparición de esta persona a la que no solo admiraba como musicólogo y hombre de cultura, sino porque era mi amigo desde muy joven: recuerdo verle en casa charlando de música con mi madre y conmigo; más tarde quiso ser el padrino de mi hijo y atesoro un sinfín de encuentros familiares y amistosos que cultivaron nuestra relación a lo largo de muchas décadas. En fin, mi familia y la suya mantuvieron unas relaciones casi de parentesco en aquella época en que mi madre, Fermina Caballero, daba clases de piano a su madre y a su hermana, y después tomaban el té amigablemente mientras caían las tardes con su relente.

Es por ello que en mi recuerdo de Lothar no puedo prescindir del recuerdo de su familia y del papel que tuvo ésta en los éxitos y galardones de aquél. Lothar siempre comentaba -medio en broma- que podía dedicarse a la música gracias a que vendía tornillos. Se refería al negocio familiar de la Casa Siemens fundada por su abuelo, donde se vendía maquinaria y artículos de ferretería. Lothar llevaba el negocio familiar, lo que le permitió vivir con holgura y tranquilidad para dedicarse a lo que más le gustaba. O sea, que no era ninguna broma. Junto al negocio que heredó de su padre y que administró con mayor o menor fortuna, heredó de su madre, Angelina Hernández -pura elegancia- el gusto por la música y tuvo de su mujer, Liliana Barreto -también olvidada estos días- el gran apoyo como amanuense, secretaria, cuidadora y madre de sus hijas, la que se extenuó detrás de sus múltiples actividades ordenando su agenda y recordándole sus prioridades.

Me pareció que en este homenaje, en fin, se habían quedado estos olvidos que el mismo Lothar hubiera querido rescatar.

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