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OBSERVATORIO

Investigación en economía

La economía tanto en el ámbito académico como en la investigación trata de llevarse a cabo con el mayor cuidado posible, procurando seguir los principios de la ciencia. Las revistas científicas de economía en general se rigen por los mismos principios que las de las ciencias exactas como la física. Los trabajos teóricos se publican si son coherentes y suponen un avance en el conocimiento y no se suelen aceptar hasta que sean avalados por más estudios. En economía, se han mejorado las técnicas econométricas y las de recogida de datos, se han aprovechado los avances informáticos y se ha conseguido crear y mantener bases de datos útiles para la investigación. Todo ello ha permitido realizar mejores simulaciones y estudios.

Pese al buen hacer general de las revistas científicas de economía, hay sombras en el camino recorrido por esta ciencia y nubes en el horizonte, derivadas por un lado de la forma de actuar de estas revistas y por otro de la propia economía. Estas revistas tienen un defecto de funcionamiento que consiste en que sus evaluadores son expertos en los temas económicos que evalúan, pero les suele faltar la visión de otras áreas relacionadas que puedan dar más realismo y profundidad a los estudios. Se producen de esta forma un conjunto de sesgos cognitivos como el de confirmación (investigar sólo lo que confirma preconcepciones), el del experimentador (creer y publicar datos que concuerdan con las expectativas de resultados y desechar el resto), el de punto ciego (no darse cuenta de los propios prejuicios cognitivos) y el sesgo antrópico (tendencia a sesgar las evidencias por la influencia de una observación selectiva). Los sesgos cognitivos son comunes en nuestras vidas, pero si se mantienen también en el campo científico se obtienen resultados no deseables.

Los que consideran a la economía una ciencia "dura" similar a las ciencias naturales, incluyen entre sus metodologías la verificabilidad y la observación de las preferencias y suelen considerar al resto de ciencias sociales, como la sociología o la psicología, como cualitativas o "blandas" y sin suficiente rigor científico. Pero lo cierto es que el conocimiento sobre el mundo natural es diferente al conocimiento sobre las personas, pues en este último caso es más imperfecto o impreciso.

El mundo económico y el comportamiento de las personas son complejos, por eso es necesario hacer hipótesis en los trabajos científicos de economía y adicionalmente se han ido sofisticando las matemáticas utilizadas en ella, introducidas por los economistas Stanley Jevons y Leon Walras a partir de 1870, imitando a la física. Esto nos lleva a preguntarnos ¿puede ser científico hacer teorías que no describen la realidad?

"El abandono universitario cuesta a las arcas públicas 5.700 euros por alumno", se referían no hace mucho las informaciones periodísticas. En el texto de las noticias se hacía referencia a un estudio de BBVA Research, basado en otro de 2011 de dos eminentes investigadores como son Ángel de la Fuente y Juan Francisco Jimeno, titulado La rentabilidad privada y fiscal de la educación en España y sus regiones (Fedea). Si se analiza este trabajo se observa su indudable rigor, meticulosidad y valía, pero comete un error que lo invalida totalmente. El error está en suponer que si un alumno un año no repite y trabaja se crea un incremento neto de un trabajador ese año, cuando tal incremento es menor. La creación de trabajo depende más de la oferta (empresas) que de la demanda (trabajadores). Supongamos, por ejemplo, que en España en cierto grado universitario un año hay 10.000 alumnos que repiten un curso, de forma que si no repitiesen entrarían un año antes al mercado laboral. Si la tasa de paro de ese grado fuese del 10%, según los autores del citado estudio, se generarían 9.000 empleos adicionales en dicho año. Pero esto no es cierto porque muchos de estos 9.000 empleos sustituyen a otros ya existentes. Supongamos por ejemplo que de los 9.000 empleos 7.000 sustituyen o se intercambian con otros tantos ya existentes, de forma que se crean solo 2.000 puestos nuevos y por tanto los cálculos y conclusiones del estudio son erróneos.

Este problema de simplificar la realidad, suponiendo, por ejemplo, que los decisores son racionales, conduce a que la economía muchas veces se convierta en irrelevante. Cuando una ciencia aplica la metodología científica con rigor, pero se basa en hechos no realistas termina siendo lo que Anderson, Herriot y Hodgkinson denominan una ciencia pedante. Esta irrelevancia de los modelos a veces conduce a creer que los mismos son más válidos que la propia realidad que pretenden explicar. Un adecuado uso de matemáticas (o de estadístico o econometría) no puede superar un modelo mal planteado o irreal en exceso. Con frecuencia ocurre que las técnicas estadísticas o econométricas más fiables son también las más simples pues no requieren muchos ajustes ni estandarización en los datos.

La economía es una ciencia que en múltiples casos es política, como lo prueban las al menos nueve corrientes o escuelas que tiene o ha tenido (clásica, neoclásica, marxista, tradición desarrollista, austriaca, neoschumpeteriana, keynesiana, institucionalista y conductista), predominando en cada época algunas sobre las demás. Por tanto, en muchas situaciones la economía está sujeta a juicios de valor, como por ejemplo el pensar que bajar los impuestos a los ricos aumenta la inversión global, cosa que en general desmienten los datos.

Un pecado común en economía es el de considerarse demasiado importante. Se tiende a creer que el mercado es el único sistema de organizar la economía, lo que está muy lejos de ser verdad. Herbert Simon, que obtuvo el mal llamado premio Nobel de Economía (ni lo creó Alfred Nobel, ni lo sufraga la fundación Nobel como el resto de premios) en cierta ocasión calculó que en Estados Unidos sólo alrededor del 20% de la actividad económica se organiza a través del mercado.

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