La desmesura de este país no tiene límites. Ahora resulta que la emisión de la misa católica en la 2 de TVE es, según los diputados de Podemos, un atentado contra la supuesta laicidad del Estado español, o, más bien, contra la aconfesionalidad del mismo. Pues desde el ateísmo militante que profeso, creo que no. Como siempre, de una anécdota se pretende montar una gran polémica. La presencia de las religiones principales, incluida la católica, la cual, como decía otro ateo insigne, Buñuel, es la única verdadera, está regulada en la televisión pública desde el inicio de la democracia. Hasta ahora, hasta la llegada del neoestalinismo al congreso de los diputados, no molestaba a nadie. Incluso resulta comprensible esa presencia televisiva como servicio público, en especial la retransmisión de la misa dominical sobre todo para los católicos que por edad o enfermedad, no pueden acudir a una iglesia y quieren cumplir con su rito. Pero como los extremos se tocan, a raíz de la iniciativa política podemita, la audiencia de la misa se ha multiplicado por siete y han salido en su defensa católicos de toda clase y condición, encabezados, nada más y nada menos, que por Tamara Falcó Preysler. Es cierto que entre esos creyentes hay notables diferencias: no es lo mismo el padre Ángel que los legionarios de Cristo, el Opus o los miembros de esa pseudosecta conocida como "El Yunque". Pero todos tienen sus derechos mientras no pretendan pisar los de los demás, como ha ocurrido con el innombrable autobús o la bochornosa condena de la gala Drag de Las Palmas de Gran Canaria. Sin embargo, insisto, la desmesura lo corroe todo. La desmesura, la demagogia, la intolerancia y, de forma más grave, la falta de generosidad hacia el prójimo. Espero que nadie se deje tentar, me refiero a otros partidos como el PSOE, por esa trampa supuestamente defensora de la laicidad. Personalmente, me resultan más pesadas las retransmisiones de procesiones en Semana Santa, y mucho más, su omnipresencia en las calles. Pero lo comprendo y quiero ser generoso. Para muchos, creyentes y no creyentes, esas desmesuras colectivas forman parte no solo de sus creencias sino de sus tradiciones y costumbres. Pues no pasa nada, que sigan con ellas, tienen derecho a disfrutarlas, a rezar o a cantar saetas, siempre y cuando no nos obliguen a los demás. Que siga la misa en TVE y vayamos, por favor, a cosas de verdad importantes.