La Provincia - Diario de Las Palmas

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OBSERVATORIO

Investigando las causas socio-económicas, culturales e intrapsíquicas de la violencia de género

Este artículo ha sido diseñado para ayudar a comprender las causas de los maltratos no denunciados, las denuncias retiradas, la negativa de la víctima a declarar, el incumplimiento de las órdenes de alejamiento con el consentimiento de la mujer, el retorno a la relación con el agresor? Las frases enunciadas (entrecomilladas) de las víctimas están extraídas de la experiencia clínica e investigadora de la autora (también de otras profesionales) y los datos numéricos proporcionados corresponden a una investigación realizada en Gran Canaria con mujeres víctimas de violencia física y/o psíquica.

Se describen a continuación algunos factores que enmarcan y están en la raíz tanto de la violencia de género como de la dificultad de las mujeres para salir de una relación de maltrato.

FACTORES SOCIO-ECONÓMICOS

Transversalidad matizada

Aunque pueda afirmarse que la violencia masculina tiene lugar en todos los países del mundo, atravesando todas las clases sociales y los niveles educativos, si analizamos su prevalencia en el mapa mundial, ésta es menor en los países más desarrollados y de mayor nivel educacional. Y en el interno de estos países, es mayor entre las mujeres más pobres y de más bajo nivel educativo. Esta relación fue hallada también en la investigación -que dirigí- realizada en Gran Canaria. La constatada transversalidad de la violencia de género debe ser, pues, matizada, especialmente si tenemos en cuenta la llamada "feminización de la pobreza". La carencia de recursos económicos y de acceso a la información aumenta la vulnerabilidad, la inseguridad y, por tanto, el temor de las mujeres.

FACTORES SOCIO-CULTURALES

Violencia estructural

y Violencia simbólica

La llamada violencia de género representa la punta de iceberg de la violencia estructural y simbólica que ha caracterizado la relación entre los hombres y las mujeres en todas las sociedades a lo largo de la historia.

La denominamos Violencia estructural porque ha existido una generalizada detentación del Poder por parte de los hombres que ha conllevado la subordinación/exclusión de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad y su reclusión en el ámbito doméstico. Los varones ocuparon el espacio público y relegaron a las mujeres al ámbito privado, pero ejerciendo ellos el dominio en ambos espacios, al haberse apropiado de todos los recursos, lo que colocó a las mujeres en una situación de dependencia (del varón) y de vulnerabilidad extrema respecto a éste. El sexo masculino se erigió, pues, en "dueño" de la vida y del cuerpo femenino. En la actualidad, a pesar de las mujeres haber alcanzado muchos derechos y una mayor igualdad en los países occidentales desarrollados, el universal maltrato y asesinato a manos de su pareja, la extirpación del clítoris en más de 130 millones de niñas en el mundo, los matrimonios forzados de niñas y adolescentes, las violaciones masivas de mujeres en los conflictos bélicos, en los desastres naturales (terremotos?) e incluso en los campamentos de desplazados y refugiados, y la explotación sexual de millones de mujeres en la prostitución son algunos de los exponentes más clamorosos de ese dominio.

Cuando hablamos de Violencia Simbólica queremos destacar que los hombres hayan connotado como valioso y superior todo lo autoadjudicado como "masculino", mientras devaluaban y consideraban inferior todo lo adjudicado a las mujeres, desde las ocupaciones a características psíquicas inherentes a todos los seres humanos como debilidad, dependencia?, que fueron definidas como "femeninas".

Así, se llevó a cabo una jerarquizada división sexual del trabajo generadora de una desigualdad sustancial duradera: el Trabajo, remunerado y valorado, de los hombres en el espacio público (al que han accedido hoy ya muchas mujeres, aunque en puestos subalternos, con menores salarios, mayoritariamente feminizados) y las "tareas" de servicio y cuidado, obligadas a ser desempeñadas por las mujeres en el ámbito privado, que fueron desprovistas de valor económico-social (realizadas gratuitamente y no reconocidas en su aportación esencial al mantenimiento de la vida y la sociedad) y "anexadas" al sexo femenino como prolongación natural de la maternidad. Para lograr dicho objetivo, tales tareas de maternaje y servicio social fueron "inscritas" como Ideales del yo femenino (modelo a cumplir) en la identidad de las mujeres, que debían -deben aún- desempeñarlas para ser aceptadas y como muestra de su adecuación al Ideal de femineidad.

Con esta hábil maniobra en la ubicación/minusvaloración socio-cultural de las mujeres (grabada de modo indeleble en su construcción psíquica) quedó instituida socialmente la obligación femenina de satisfacer las necesidades físicas y psíquicas de los hombres (también de todos los otros que precisan cuidados), es decir, se instituyó su instrumentalización maternal, doméstica y sexual, aunque invisibilizada en su importante valor social. Destaco estos tres aspectos porque en ellos se inscriben las principales demandas/exigencias de los maltratadores a sus parejas, así como los castigos consecuentes si no obtienen satisfacción a ellas, porque son vividas como un derecho propio.

La violencia física y psíquica en el seno de la pareja es, pues, la consecuencia última de una Violencia Estructural y Simbólica que ha ubicado/definido el lugar y la función de las mujeres para con los hombres. Estos han instituido, por medio de todos los recursos detentados, que las mujeres deben comportarse y ser como ellos las desean y necesitan, a fin de aplacar su propia vulnerabilidad y para sentirse/mostrarse seguros y poderosos. Cual efecto boomerang, los varones se han visto abocados a escenificar en su configuración psíquica una "mascarada de la masculinidad": deben mostrarse siempre valientes, decididos, fuertes y duros, escondiendo y reprimiendo los sentimientos que denoten debilidad, inseguridad y temor (presentes en todo el género humano). La rebelión de la mujer a sostener con su sometimiento tal falacia despierta la angustia, la ira -la violencia- de aquellos que se sienten más vulnerables. Y el desasosiego, la ansiedad, el miedo de todos? a juzgar por la notable y tenaz resistencia masculina al cambio en su posición privilegiada y su relación con las mujeres.

FACTORES RELACIONALES E INTRAPSÍQUICOS

(La ilusión de) EL AMOR. Las dinámicas en el interior de la relación presuntamente amorosa del maltratador y su pareja. Algunas claves intra-psíquicas para su comprensión

La carencia de Poder, recursos y valoración en todos los ámbitos constituye el sustrato de la dependencia emocional femenina (presuntamente unilateral) y de la importancia dada por las mujeres a los vínculos afectivos como sustento de su identidad y su valía. Por ello, es necesario comprender la importancia dada al Amor en la vida de las mujeres y, en especial, en las mujeres maltratadas que permanecen en una relación de violencia.

La búsqueda del amor al inicio, la lucha para conservarlo después, y, sobre todo, la entrega/sumisión total para no perderlo, por último, es la trayectoria habitual en la historia amorosa de la mujer maltratada. Los dos primeros pasos pueden ser comunes a la mayoría de las mujeres -o incluso de muchos hombres-, pero es el último paso el que caracterizaría a la mujer víctima, que defendería no un amor real, sino un amor fantaseado, ilusorio, imaginario, en duro contraste con el amor/mal-trato recibido del agresor.

La importancia dada al "Amor del Hombre" se inscribe, por una parte, en la magnificación de Él, en consonancia con su poder social, por otra, en la carencia -hasta épocas muy recientes en el mundo desarrollado- de ninguna otra fuente social de narcisización/gratificación y de recursos/poder al margen de ser Objeto del Deseo de Él (ser "elegida" entre todas las demás), y de la idealizada Maternidad.

Sobre ese sustrato de (auto)desvalorización se erige la ilusión de un Amor que servirá de suturación narcisística, de paliativo de sus carencias: la elección de Él le dará el Valor de que adolece a niveles social e intrapsíquico, otorgará sentido a su existencia, pues también le abrirá las puertas a la otra meta deseada, enaltecida, mitificada socialmente: la Maternidad.

Adecuarse al Deseo de él para seducirlo y conservarlo forman parte de las estrategias femeninas impuestas por el Orden Patriarcal, pero interiorizadas en forma de identidad femenina. Y este intento de adecuación al deseo masculino -de cómo debe ser una mujer- se da en todos los ámbitos, no sólo en el amoroso.

Ahora bien, sobre este supuesto común a casi todas las mujeres, se construyen identidades individuales en las que la psicobiografía, la historia vivenciada y elaborada por cada una (en especial las carencias afectivas y las hiperexigencias parentales, las violencias presenciadas/sufridas en la propia infancia?), marcan notables diferencias en la posición subjetiva de cada mujer, haciendo a algunas más vulnerables para permanecer en relaciones de violencia y/o repetir en numerosas ocasiones infructuosamente los intentos de abandonar al maltratador. Estos son los resultados hallados en una parte importante de las mujeres entrevistadas en nuestra investigación y que diferenciaba significativamente las experiencias vivenciadas, las características psíquicas y los comportamientos de las mujeres maltratadas física y/o psíquicamente respecto a las no maltratadas. Por ejemplo, y ya desde el comienzo de la relación, muchas mujeres maltratadas de nuestra investigación reconocieron que se mostraban maternales y condescendientes con su pareja en el momento de la seducción, mientras las no maltratadas manifestaron no haber adoptado tales comportamientos.

La Ilusión del Amor y la necesidad-la obligación de ser, de encarnar, una Gran Madre cuidadora (para satisfacer los deseos de madre-buena del varón) guarda relación con la intensidad de las propias carencias. Y si ella lo percibe a él vulnerable, porque sufrió igualmente carencias o maltratos en el pasado (más del 60% de los varones en nuestra investigación) o vive adicciones y frustraciones en el presente, querrá "salvarlo" (un 67% de las maltratadas físicas "creía que podía ayudarle" con su dedicación a superar las adicciones) y retenerlo con su amor. Los esfuerzos femeninos, en estos casos, no conocerán barreras: a pesar de que constantemente él descargue sus frustraciones en forma de ira, violencia y descalificaciones contra ella; a pesar de sus diversas adicciones; de sus peculiaridades y rarezas; de la distancia que le pone o la frialdad que le muestra casi siempre; del control obsesivo que ejerce sobre ella; de sus demandas y exigencias desmedidas y sin fin? Durante mucho tiempo nada será obstáculo para los denodados esfuerzos de ella para satisfacerlo y conservar su amor. Ella intenta esforzadamente "resarcirle", "suturar sus heridas": cree (y se dedica intensamente a ello) que conseguirá cambiarlo, logrará calmarlo, podrá hacerle finalmente feliz e incluso, en su ceguera ilusoria, interpreta al inicio algunas extralimitaciones -los celos, la posesividad de su pareja, el control de todos sus movimientos y de su vestimenta, la rivalidad con los propios hijos, el aislamiento respecto a sus seres queridos- como pruebas genuinas del Amor de Él: "la ama tanto que la quiere sólo para él".

Ese afán por ser una Gran Madre solícita -que constituye el Modelo social Ideal de Feminidad-Maternidad- es uno de los mayores obstáculos internos de muchas mujeres maltratadas para abandonar la relación.

Por su parte, el agresor utilizará diversas estrategias para que la mujer permanezca a su lado. Por una parte, la hace sentir culpable de no satisfacer sus innumerables e imposibles demandas y prohibiciones (llevarle el desayuno a la cama diariamente, tenerle al instante la comida caliente y la ropa preparada, estar siempre disponible sexualmente, mantener a los niños quietos y en silencio cuando él está en casa, no trabajar fuera, no relacionarse con su familia o amistades?), adosándole la responsabilidad de su propio malestar, frustraciones diversas e insatisfacción. En consecuencia, ella a menudo acaba auto-inculpándose de "no ser capaz de satisfacerlo" y de sus reacciones violentas, e intenta esforzarse aún más para tenerlo contento y calmado.

Pero el maltratador puede también gratificar a la mujer en su posicionamiento materno, reforzándole su valía como mujer-madre, al afirmarle que "él la ama y ella es imprescindible e insustituible para él". En efecto, durante el llamado ciclo de la violencia, en la fase de arrepentimiento, el hombre, a la par que intenta paliar su comportamiento violento con todo tipo de regalos y gestos de amor (al igual que en la fase de seducción), hace promesas de reformarse y de todo cuanto sea necesario para buscar el perdón de su mujer, le rinde el homenaje máximo que sabe que podrá retenerla, diciéndole reiteradamente "Sin ti no podría vivir... Tú lo eres TODO para mí", o lo que es su equivalente en forma de chantaje-amenaza: "Si me dejas, me mato", aunque algunos añaden "pero antes te mato a ti". Y muchos cumplen una o ambas amenazas cuando ella lo deja?

A través de un análisis más profundo de la peculiar forma de relación del hombre maltratador con su pareja puede desvelarse la falacia de la definición generalizada de la mujer -incluso en los libros de texto de psicología- como "más dependiente" que el varón: en realidad estamos ante una interdependencia sutil y enmascarada, pues el hombre depende de la dependencia de la mujer hacia él (un aspecto más de la "mascarada de la masculinidad"), condición que ha logrado velar socialmente y, lo que es fundamental, negarse a sí mismo a través de la inferiorización/dependencia económica, socio-cultural, familiar, subjetiva? de la mujer, debida a su exclusión de todos los recursos.

Y es la consciencia femenina de esta dependencia por parte de él (un 60% de maltratadas físicas consideraba que él dependía más de ella que a la inversa) y por tanto del poder inter-subjetivo de ella en el ámbito psíquico -el poder real lo detenta él en todos los otros ámbitos con la posesión de todos los recursos- lo que, con frecuencia, la hace argumentar, entre otros motivos también, para justificar su permanencia en la relación: "¿Qué va a ser de él si yo lo dejo...?", "Él me necesita", o "Me da mucha pena de él...". A menudo, también: "aún lo quiero", e incluso que, cuando él está bien, "es bueno y me quiere".

En el mismo orden de "ceguera emocional" se incluye el argumento de no querer separar a los niños de su padre (aunque también sean maltratados en más de la mitad de los casos y aunque en otros casos prime la culpa por no ser capaz de protegerlos y separarse). Dentro de los sentimientos más frecuentes que inhiben iniciar la ruptura de la pareja está la vergüenza a mostrar a los demás (especialmente a la propia familia) su fracaso vital y la larga historia de humillaciones sufridas o evidenciar que "no ha sido capaz" de hacerlo feliz. Junto a las motivaciones -generalmente no conscientes hasta después de un trabajo terapéutico- basadas en la subjetividad de la mujer maltratada, hay que resaltar las causas más reales esgrimidas por las propias mujeres y que explican la permanencia en una relación de maltrato: carecer de recursos económicos propios o ser éstos insuficientes (50% de respuestas); carecer de relaciones y apoyo debido al proceso de aislamiento a que su pareja le sometió (46%) y "miedo a la soledad", (36%); desinformación de los recursos institucionales con los que podría contar?

Otro factor inhibidor de las rupturas o de las denuncias que debe ser considerado muy "real" (basado en una realidad constatable, aunque sea un sentimiento) es el miedo a la reacción violenta de él si decide dejarlo (60%), reacción que la experiencia nos muestra más que probable y que acaba siendo la causa de la mayor parte de las muertes.

Existe, pues, una larga lista de causas reales y motivaciones subjetivas que pueden ayudar a hacer comprender la permanencia en una relación violenta. Algunas son ya muy conocidas y publicitadas por las investigaciones de las Instituciones y también por las Organizaciones feministas, pero, sin embargo, hay un desconocimiento generalizado sobre los factores intra-psíquicos y relacionales (que son consecuencia en última instancia de unos modelos culturales e identidades sexuales "construidas" asimétricamente). Unas y otras causas deben ser abordadas desde las Instituciones Públicas y ningún plano puede ser descuidado. Por una parte, deben aumentar los recursos para garantizar la seguridad física y económica posterior de las mujeres, por otra, deben continuar creándose o manteniéndose -pero bien dotados- todos los destinados a la información, detección, asistencia de las mujeres maltratadas, así como a la formación de cuantos profesionales entran en contacto con esta problemática que, como hemos descrito, es muy compleja. Por último, queda por iniciar, especialmente desde los primeros años de la vida, un trabajo ingente -llamémosle también de prevención- para la eliminación de la violencia de género: la transformación de los valores, modelos e identidades, masculinas y femeninas, sobre los que se cimienta la profunda desigualdad entre hombres y mujeres en todos los niveles y aspectos sociales.

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