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el análisis

¿Liberalismo progresista?

A raíz de que el partido Ciudadanos ha adoptado la expresión liberalismo progresista para definir su posicionamiento político, ha surgido una polémica acerca de si esta expresión contiene una contradicción en sus términos. Si por "progresista" entendemos "intervencionista", si lo asociamos a la idea de que el progreso social sólo puede llegar con una creciente intervención del Estado, está claro que hay contradicción. Pero si tenemos una concepción más amplia del término y entendemos por progresismo una oposición al conservadurismo, una apuesta por la evolución progresiva de costumbres e instituciones, la expresión puede ser útil para diferenciarla de posiciones conservadoras.

¿Qué diferenciaría entonces al liberalismo progresista del conservador? En mi opinión, y dejando a un lado el posicionamiento que puedan tener realmente los partidos políticos españoles actuales (eso sería otro debate), diría que, por una parte, un liberalismo progresista debe caracterizarse por evitar el dogmatismo. Debe estar dispuesto siempre a aprender de la experiencia y a incorporar el resultado de esa experiencia a su doctrina, a aceptar la existencia de situaciones en que están presentes fallos del mercado (asimetrías informativas, limitaciones a la competencia, externalidades), ser conscientes de ellas, incorporarlas al análisis y no aplicar soluciones únicas de supuesta validez universal.

Aparte de los liberales dogmáticos, muchos conservadores que se proclaman liberales en lo económico no lo son realmente y suelen rechazar la liberalización y apertura al exterior en el momento en que consideran que ello perjudica a sectores asentados en el país, aunque beneficie al conjunto de la población.

Por otra parte, un liberal progresista se diferenciaría de un conservador por su no esencialismo, por entender y aceptar el dinamismo de la sociedad en todas y cada una de sus facetas: las costumbres, las lenguas, la moral, las instituciones. Dejar interactuar a los individuos y aceptar los frutos de esas interacciones. Por el contrario, el conservador teme la mutación, tiende a limitar la evolución al mínimo. Se siente más tranquilo si entiende que hay un supervisor de esa evolución. El nacionalismo, al nivel de agregación que sea, es inevitablemente conservador.

Ahora bien, el liberalismo progresista, por desmarcarse del conservadurismo, no puede dejar de ser liberal y convertirse en una especie de socialdemocracia. No sólo será consciente de posibles fallos del mercado, sino también de los inconvenientes del intervencionismo. Los fallos del mercado no suelen curarse con un alto intervencionismo. El liberal intentará evitar sobre todo intervenciones que distorsionan gravemente la competencia y el valor informativo de los precios. En caso de duda mejor no intervenir y, de hacerlo, de la forma menos intrusiva.

Esto no significa que el liberal progresista no pueda aceptar el Estado de bienestar. Incluso un pensador tan inequívocamente liberal como Hayek afirmaba que "no existe razón alguna para que, en una sociedad libre, el gobierno deje de asegurar a todos la oportuna protección contra la miseria, garantizándoles un mínimo de ingresos; o para que deje de fijar un nivel de ingresos por debajo del cual nadie debería caer. Establecer esta seguridad contra el extremo infortunio no puede menos de redundar en beneficio de todos". Asimismo también afirmaba que "no hay duda de que son muchos los 'servicios públicos' que, aun siendo absolutamente deseables, no pueden ser prestados por el mecanismo del mercado, ya que, en caso de ofrecerse, tienen que redundar en beneficio de todos y no sólo de quienes estén dispuestos a pagarlos". Se acepta el estado de bienestar a cierto nivel, pero no su expansión indefinida hacia servicios que podrían perfectamente ser ofrecidos a través de los mecanismos del mercado. El liberal progresista defenderá la prestación de servicios públicos, pero focalizando el esfuerzo en los realmente insustituibles y buscando constantemente las formas más eficientes para su prestación. Mejor un estado de bienestar eficaz y de ámbito limitado que uno de extensión indefinida y calidad irregular.

En definitiva, hay un espacio político diferenciado para el liberalismo progresista. Que algún partido político pueda ocuparlo en un futuro próximo de una forma más o menos consistente no será fácil (las decisiones del día a día y la diversidad de corrientes internas desdibujan el posicionamiento real de los partidos), pero abriría y aclararía el abanico de posibilidades para los electores, lo cual siempre es una buena noticia.

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