La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desmontar una mentira es más difícil que difundirla

Resulta enternecedor soñar que vivimos en el mejor de los mundos, donde el Estado vela por nuestra seguridad y nuestros derechos sin reservas, sin tregua y sin prejuicios. Esto genera confianza y respeto al amparo de una leyes bien diseñadas por unos legisladores desinteresados a los que nada turba.

Pero despertando del sueño tranquilizador nos enfrentamos a una realidad cruda y sin piedad que nos conduce a ser más críticos con esta confianza y este respeto del que tanto nos hablan jueces y políticos, y que no siempre se ganan.

No voy a abundar en lo que cada día con talento y ahínco se comenta en relación a los más mediáticos casos de corrupción y blanqueo. ¡Qué decir de la familia Pujol! ¡O de Mario Conde y sus hijos! Solo pretendo orientar el foco de la actualidad hacia el caso Kokorev, que ocupa menos portadas nacionales, y que -casualidad o causalidad- se mantiene lejos de la capital y las dependencias de la Audiencia Nacional.

Allí fue inicialmente instruida esta investigación que rápidamente se transfirió a Las Palmas de Gran Canaria, donde la Audiencia Provincial goza de mayor autonomía y puede a su antojo interpretar las leyes, tal vez sin que ciudadanos de origen extranjero (viendo vulnerados sus derechos básicos) tengan tanto 'chance' para que su grito de denuncia se oiga en Madrid.

Hace casi un mes que la jueza de Instrucción del Tribunal nº 5 de Las Palmas ha levantado el secreto de sumario, tras 8 años de instrucción, 18 tomos de actuaciones y 80 anexos auxiliares: decenas de miles de folios. Me pregunto cuánto le ha podido costar al ciudadano canario y español que un tribunal produzca una media de 5 páginas diarias (solo en días laborables). Esto, después de haber invertido en escuchas telefónicas (a cuyo contenido se ha dado interpretaciones surrealistas) a un empresario hispano-ruso que tuvo la mala suerte de nombrar su empresa mater con el nombre de una divinidad africana del mar: Kalunga. Y que lo sumó a la mala suerte de tener una cuenta en el Riggs, banco de los terroristas del 11-S.

Con tantos gastos y tanto tiempo, uno se espera un tratamiento correcto de las informaciones recogidas en esas escuchas. Sin embargo, me asalta la duda razonable cuando del sumario se extrae una conversación recogida por la UDYCO mantenida entre la secretaria de Vladimir Kokorev y un familiar de éste acerca del cuidado del padre de Vladimir. La secretaria afirma que sólo transmite las recomendaciones de su "jefe" a su interlocutor. Conclusión del investigador policial: siendo Vladimir ruso, y siendo jefe, Kokorev es un capo mafioso. ¡Chim-pun! La deducción es de una aplastante lógica sherlockiana: "elemental, querido Watson".

Pero lo extraño no acaba aquí. Un informe recogido en el sumario señala que Vladimir habría traficado con armas. Sabíamos que transportaba pescado pero no que el aceite de bacalao servía para engrasar fusiles. Y aún más: Kokorev habría hecho desaparecer "varios altos cargos ucranianos". Sabíamos que Putin mantiene un conflicto con Ucrania, pero la propia esposa de Vladimir tiene familia en Odessa. Corolario: cualquier insidia que aparece en la instrucción no es fácil de desmontar. Y eso a pesar de que muchas y graves acusaciones carecen de la suficiente verificación y el necesario contraste.

Pero para el triple salto mortal debemos volver a los cien tomos de sumario que la propia familia (presa preventivamente durante más de año y medio) tiene interés en leer y revisar con cautela para preparar su defensa, como establece la ley. Pues resulta aquí que la Audiencia Provincial y/o la Administración Penitenciara les niega a los Kokorev, padre e hijo (este último de profesión abogado, que ejerció en un prestigioso bufete madrileño), el derecho a disponer del conjunto de tomos a la vez. El motivo invocado es? ¡riesgo de incendio!

En efecto, a quien tomó esta decisión o se le encendió la bombilla o tal vez pensó que los dos presos están tentados de quemar montones de papel para calentarse, aun ahora que ya ha llegado la primavera también al penal de Juan Grande. ¿Para qué habilitarles una misma celda o permitir que convivan en el mismo módulo? Quizá cometerían Vladimir y su vástago Igor el gravísimo delito de consultar y estudiar metódicamente cada uno de los escritos del sumario. Y quizá por eso se les ha otorgado con admirable generosidad examinar el sumario, tomo por tomo, uno por semana, como si estuvieran leyendo un tebeo del Capitán Trueno.

En efecto, no es fácil seguir creyendo en que en nuestra querida España se sigue protegiendo al ciudadano y se preserva su presunción de inocencia. Detalles como los arriba citados, presiones, rumores, falacias? tras ocho kafkianos años de instrucción del caso Kokorev me han conducido a dudar seriamente de la calidad de nuestro sistema judicial. Tal vez porque, contra lo que pontifican nuestros representantes públicos, ni es tan intachable, ni tan imparcial; y porque por el contrario con excesiva frecuencia se ve zarandeado por el deplorable principio del 'doble rasero' o de la 'ley del embudo': para unos la parte ancha, para otros la estrecha.

Compartir el artículo

stats