El alma de Pedro Quevedo, diputado de Nueva Canarias gracias a la estupidez de un PSC-PSOE tan sobrado que regaló un lugar privilegiado en su lista electoral por Las Palmas, está sometida a un indescriptible tormento. Ser imprescindible o no ser inconsecuente. Posibilitar con su voto la aprobación del presupuesto del Estado o propiciar incluso, con su negativa, la convocatoria de unas elecciones anticipadas. Quevedo nunca pudo sospechar que un día estuviera bajo el foco informativo de todo el país, pero aunque obtenga cierto gustirrinín narcisista, no deja de ser molesto. Lo es porque compromete ese heroico relato escrito por su amigo y tutor, Román Rodríguez, y anotado por su troupe, que describe al capitidisminuido líder de NC como un progresista que siempre rechazó asqueado y por igual la derecha nacionalista y la españolista. Por supuesto, ni una cosa ni otra. Ahí estaba Román Rodríguez, en Coalición Canaria, desde el primer momento, incorporado desde una UNI que se licuó en el instante fundacional, y poco después aplaudió la reforma del Estatuto de Autonomía de 1996 y la subida porcentual de los topes electorales insulares y regionales, y bajo esa normativa fue elegido presidente del Gobierno autónomo gracias a los votos de los diputados de CC y del PP. A su lado -como desde los tiempos del Colegio de Médicos- Pedro Quevedo asumió la Portavocía del Ejecutivo y lo recuerdo defendiendo imperturbablemente la gestión de Tomás van de Walle o de Lorenzo Suárez y salmodiando -con esa pizca de parodia de Chiquito de la Calzada que le caracterizó- que el Gobierno era una unidad de destino en lo archipielágico y el pacto entre coalicioneros y conservadores era el mejor de los posibles, pecador de la pradera.

El tiempo desdibuja y acaba por aniquilar los espejismos. Después de algún que otro paripé Quevedo apoyará los presupuestos diseñados por Montoro y su equipo, y lo hará sin negociarlos siquiera, como sí han hecho, con mejor o peor fortuna, sus excompañeros de CC. Pablo Iglesias lo expresó en el Congreso de los Diputados crudamente. A su juicio Quevedo sería "el diputado que cede el PSOE para que Rajoy apruebe sus presupuestos generales". Nada de miramientos con supuestos socios en Canarias. Porque Podemos ha abandonado el gobierno de Antonio Morales -súbitamente transformado en un déspota intolerable e intolerante- y a Iglesias le importa un bledo lo que ocurra en las Islas. Dentro de la lógica circense de Román Rodríguez -tradicional crítico de cualquier acuerdo entre CC y el PP- apoyar el principal instrumento de gestión política del Gobierno de Rajoy debería condenarlo al infierno de los cómplices de los recortes económicos y los retrocesos democráticos.

Si finalmente se rebajan los topes porcentuales y se cuenta con una lista regional el país se pondrá muy divertido. El voto se fragmentará mucho y con la previsible debilidad de los partidos tradicionales serán necesarias a partir de 2019 tres o más fuerzas para gobernar Canarias. Si con dos socios en el Ejecutivo hemos vivido tan peligrosamente folletines interminables imagínense con tres o cuatro partidos navajeando por los despachos.