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Juanjo Jiménez

LA MÁQUINA CHINA

Juanjo Jiménez

El señor don Piche

Desde que las primeras expediciones europeas comenzaron a tirar para el sur del globo quedó la impronta de que las poblaciones que vivían en esa nueva parte del planeta eran dados a la parranda y el tenderete, cuando no unos totorotas. La Europa civilizada de la época consideraba que las personas de países algo más tropicales vivían lolailas, del árbol del pan, de la pesca con caña y la marimba. Y ellos llegaron para poner orden y sacar rendimiento a estos individuos ociosos que no participaban en la mejora de la Humanidad.

Así esclavizaron media África, a la que siguen explotando sus materias primas a cielo abierto, cuando no a océano abierto como pasa en el muy contaminado delta del Níger, sin que esa mejoría por masiva extracción de recursos hacia los países ilustrados se refleje en la vida de las naciones tercermundistas, según la carca calificación geográfica del presidente de la compañía Repfos, Antonio Brufau.

Entre estas zonas de baja estofa situadas al sur también se encontraría Canarias, según expresó recientemente el gasolinero en jefe, después de que las tribus isleñas le hicieran fos cuando se puso a entubar las aguas del Archipiélago para pifiarse unos barriles. Pero se equivoca este señor del norte porque adonde han ido hasta ahora con sus bombas de extraer es a naciones empobrecidas, de gobiernos inestables y sociedades sin acceso a la información ni capacidad de reacción a las que no les queda otra que dejarse hacer la colonoscopia petrolera a cambio de unas conchas de lapas y burgados.

Y aquí no fue el caso, inglés.

La diferencia que ha encontrado el filósofo Brufau con Libia, Argelia, Mauritania, Liberia, Angola o Namibia, donde colocan pozos de extracción, "en sitios tan aislados que exigen la construcción de carreteras", como explica su compañía en la página donde se da el pisto por el expolio, es que en Canarias existe una sociedad más vertebrada de lo que a él le parecía, mucho más culta de lo que le gustaría y con cierta consciencia de que el futuro pinta más verde que canelo, y a la que desde hace ahora una semana le debe disculpas si no quiere demostrar que los únicos tercermundistas que aún quedan en este siglo son señores de lejos que insultan a un pueblo por no querer abrirle el chorro del piche.

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