Conocí a Rafael Jubindo hace 70 años. Fuimos en 1946 a la Presa de la Cueva de Las Niñas mi padre, Diego Cambreleng Mesa- el Presidente por aquel entonces era el médico Francisco González Medina-, el Ingeniero Agrónomo Francisco Guerra, Joaquín Hernández -Ros Codorniú un personaje increíble abogado del Estado jefe. José Mª Pérez Prats, abogado del Estado, Julio Nosito, Jefe del Catastro, Rafael Jubindo, Ayudante de Obras Públicas quien a sus 28 años había comenzado su actuación en Las Palmas, algunos más que ya no recuerdo, y el que suscribe que era "el niño".

No sé por qué a mi padre se le ocurrió llevarme, máxime cuando en la presa íbamos a pernoctar unos cuantos días, tal vez por mi temprana afición a todo lo que fuera campo y además era verano y yo no tenía que ir al colegio.

La carretera solo llegaba hasta Ayacata y fuimos los de la presa en un taxi de aquellos de tres filas de asientos, un Super G.C.1215 de la parada de Santa Catalina según creo -un poco atrevidamente- recordar; era muy grande y allí llevábamos las miras de los aparatos para mediciones a llevar a cabo en la presa y sus canales y gran parte de la impedimenta.

Allí, en Ayacata, nos esperaba una recua de caballos y mulas para cada uno de nosotros. Me dieron una yegüita bastante vivaracha la cual, tan pronto se dio la partida, corrió a situarse a la cabecera. El camino era muy agreste bajando barrancos y subiendo cuestas y más cuestas entre pinares. Mi padre confesó al llegar que cuando me veía por aquellas alturas estaba tranquilo, pues yo montaba a caballo desde los siete años.

En la presa nos esperaba José Santana que durante años fue el encargado de la obra, luego sucedido hasta fecha reciente por su hijo Félix, y allí contábamos con la casa y habitaciones suficientes para todos.

Durante la mañana se desarrollaban las mediciones y trabajos por parte de los técnicos del catastro y Rafael Jubindo también de la parte técnica, y éste, una vez completada la jornada se dedicaba a pintar, lo que hacía muy bien, y yo disfrutaba observándolo. También explorábamos los alrededores del embalse y encontramos cuevas muy interesantes, sobre todo una en la que había que descolgarse por el techo, circular, y allí abajo, en derredor había varios cuerpos en arpilleras de canarios aborígenes, de lo cual se dio aviso al Museo Canario. También hay por allí, junto a una pequeña presa una cueva en la que existen pinturas en color rojo, y que están preservadas por una puerta cuya llave guardamos en la presa a disposición de los arqueólogos.

Cuando visito a Rafael cerca de mi casa, aquí en Bandama, recordamos, como únicos supervivientes, aquella interesante expedición, la cual tuvimos la ocasión de rememorar, en una visita, hace unos pocos años cuando Rafael tenía ya muy poca vista.

Hoy en día, cuando Rafael Jubindo está ciego y el día 15 ha cumplido cien años conserva siempre una memoria increíble, prodigiosa. Recuerda a todos los jefes de la administración, personajes con sus cargos, y matrimonios. Cuando habla de una determinada mujer, muy guapa suele decir. No se le escapaba una.

Vino aquí después de la Guerra Civil, y recuerda multitud de anécdotas de Alfonso Caballero de Rodas, Rafael Inzenga, Manuel del Río y otros cargos de carreteras y obras públicas, y algunas de Matías Vega, empresario de entones que se ve no le caía muy bien; una anécdota que relato fue que Matías Vega hizo parar el coche oficial para multar (estaría interinando de Gobernador Civil lo cual era frecuente) a un individuo que estaba orinando en la carretera y el dicho lo recordaba así: "Caray, qué carestía por mear cinco duros, si se me ocurre cagar, ¿qué multa me pone Matías?"

También refiere un lance de Matías Vega con un secretario de una importante Heredad de aguas del que dijo "sinvergüenza de tomo y lomo, te arrojarán a la acequia envuelto en planchas de plomo". Me cuesta mucho seguir sus recuerdos de diferentes sitios y pueblos, y recientemente recordaba una iglesia y lápidas, que pude colegir se refería a la ermita de la Concepción, por encima de La Atalaya, Santa Brígida, donde existen unas doce o más tumbas de personas que murieron en 1851, el año del cólera morbo. Y así seguiría con todo lo que cuenta de la cumbre y montañas de nuestra Isla, ¡una memoria increíble!

Según me dijo había nacido en Madrid, y bautizado en una iglesia de Chamberí e intentó al cabo del tiempo casarse en la misma iglesia lo cual no fue posible pues había sido quemada al inicio de la Guerra Civil.

Su esposa era Mª del Carmen Elizalde, Nena Jubindo como la conocíamos, de familia de marinos y almirantes, una mujer de gran belleza ya fallecida. Rafael ha cumplido sus cien años, y los ha celebrado con sus hijos, Rafa y Mary, Isabel Megías y Juancho Sánchez, su nieta Isabel, la amazona, y su nieto Óscar Sánchez Jubindo, el mejor jugador en Bandama, en ese campo de golf que ya no puede ver desde su atalaya, cerca de El Raso, pero que sin duda intuye desde allí y tiene la visión en recuerdo, en esa mente prodigiosa que Dios le ha dado.