Por qué es noticia la filosofía? La filosofía viene siendo noticia desde hace algún tiempo, no precisamente por razones de su necesidad y potencialidad, tal y como recomienda la Unesco, sino más bien por su inconveniencia y prescindibilidad.

Desde la supresión de facultades de Filosofía y la reducción de materias filosóficas en la Lomce, hasta la reciente polémica de nuestras universidades canarias respecto a la ponderación de la Historia de la Filosofía en la nueva Ebau, las noticias parecen querer anunciar aquello que el filósofo alemán, Martin Heidegger denominó "el final de la filosofía".

Pero ¿qué pasa hoy con la filosofía para que tenga tan mala prensa? ¿Alguna vez en la historia tuvo buena prensa? No tuvo muy buena prensa Sócrates, que definía su tarea como filósofo en términos de "tábano de Atenas", es decir, de conciencia crítica y molesta que mantiene despierta la racionalidad en las diferentes esferas de la vida personal y social. Esta "mala prensa" que tuvo ese talante crítico del filósofo griego fue la que le condujo precisamente a ser condenado a muerte.

¿Ocurrirá hoy lo mismo? ¿Es molesta la filosofía hoy? ¿Qué perdemos si desterramos de nuestras escuelas espacios para la realización de ese ejercicio "molesto" y crítico de la filosofía? ¿Qué intereses pueden haber para que la filosofía pierda visibilidad y se diluya en el espacio académico o público?

La Lomce parece apostar precisamente por un destierro definitivo del pensamiento crítico y el diálogo filosófico en la escuela, colaborando al mismo tiempo con esa ola de furor neoliberal que reduce todo conocimiento a lo útil, a lo práctico, a lo rentable. Vivimos tiempos de terrible confusión, y pareciera que la única claridad posible, en el terreno educativo, vendría de la mano de lo que podríamos llamar una pedagogía economicista, una cierta tecnocracia que vacía el espacio educativo de "sentido", llenándolo de técnicas y recetas que garantizan el éxito. Pero lo que es peor, esta idolatrización de lo útil y mercantilización del sistema educativo alejan a la escuela de lo que constituye una de sus metas fundamentales: la construcción de una ciudadanía democrática.

Mientras tanto, sin hacer demasiado ruido mediático, y entre las paredes de las aulas de nuestros institutos, buena parte del profesorado de filosofía continúa entusiasmado con la labor socrática de ayudar a sacar a la luz en nuestro alumnado lo mejor de sí mismo, dialogando y reflexionando sobre la actualidad de los Derechos Humanos, las desigualdades de género, la homofobia, la democracia, el cosmopolitismo, la ecología, etc. de la mano de grandes "maestros" y "maestras": Platón, Aristóteles, Descartes, Hume, Kant, Nietzsche, Ortega, Zambrano, Arendt?

Reivindicar hoy a nuestras maestras y maestros pensadores significa algo más que sacar del baúl de los recuerdos viejos sistemas y teorías que poco tendrían que aportar en un mundo fuertemente tecnologizado. Hemos aceptado el reto en el día a día con las generaciones jóvenes, de no cloroformizar la filosofía en el recipiente de la memorización. Habrá que aceptar cierta dosis de pragmatismo pero, sobre todo, una buena dosis de responsabilidad práctica, es decir, de responsabilidad ético-política, porque lo que está en juego no es nada más ni nada menos que la construcción de proyectos personales y de ciudadanía.

Porque, tal y como señala Ortega y Gasset, hoy siguen existiendo "demagogos, empresarios de la alteración", que siguen hostigando a los seres humanos "para que no reflexionen, procuran mantenerlos hacinados en muchedumbres para que no puedan reconstruir su persona donde únicamente se reconstruye, que es en la soledad", y yo añadiría, también en la conversación y el diálogo filosófico de la escuela y de la calle.