La Provincia - Diario de Las Palmas

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El bucle de la vergüenza

Con el objetivo cumplido, y sin tiempo para ir a por más, es lícito y hasta comprensible que los jugadores pierdan la tensión competitiva. Los jugadores y el entrenador. Con ese lastre salió la UD Las Palmas a jugar ante Celta, Eibar y Athletic, y un poco frente al Betis, hasta que el runrún de la grada hizo que despertaran. Lo que no es tan comprensible es la ausencia de orgullo, de amor propio. Ni siquiera tuvo eso la UD Las Palmas cuando el Athletic empezó a embestirle una y otra vez. No se dio por aludido ante semejante repaso. Y eso sí que es grave.

Debería haber un punto en el que la pérdida de tensión colisione bruscamente con la digniddad, que se produzca un cortocircuito en los jugadores, una chispa que les haga reaccionar. Un dolor punzante, una herida que sientan de que deben cicatrizar de manera urgente. Pero, ¿dónde está esa frontera en la UD Las Palmas cada vez que sale de la Isla? ¿Dónde tiene su amor propio? Su imagen y sus resultados demuestran que de momento no lo han encontrado.

En Vigo se esmeró en descubrirlo, pero resulta que allí no estaba porque en Eibar volvió a las andadas. Y eso que la alineación cambió prácticamente por completo. El mal no radicaba en un grupo pequeño de jugadores. Está bastante extendido. Ante el Betis sí dio un paso adelante por la amenaza de los pitos. Pero el problema no está en el Estadio de Gran Canaria. Es más, seguramente el domingo contra el Alavés vuelvan a realizar un gran partido. La pregunta es si tienen amor propio cada vez que salen de la Isla. Y tras los repasos en Vigo y en Eibar, llegó el Athletic para ir todavía más allá. Para llegar al más absoluto ridículo, el mayor de la temporada porque, por suerte, no hay mucha competencia. El listón del orgullo lo tiene demasiado bajo la UD. Y habrá que esperar a la visita al Leganés para saber si ya ha alcanzado su límite o si lo van a seguir explorando. También quedan los desplazamientos a Gijón y La Coruña, que salvo sorpresa ya no se jugarán nada, así que la UD todavía se puede superar.

Esa falta de honor es la principal explicación a las debacles de las últimas semanas. Cada vez que salen de la Isla reina el pasotismo. El entrenador no ofrece alternativas, pero en el reparto de culpas de los tres últimos baños a domicilio gana la poca actitud de los jugadores. Quique Setién apagó la luz cuando anunció su salida a final de temporada y no ha vuelto a encontrar el interruptor. No ha sido su único error, pero sí el más importante, el que más puede manchar el que era hasta estos meses una etapa impecable. Estaba en todo su derecho de dejar de negociar con la UD Las Palmas, pero anunciarlo conllevaba un riesgo enorme para la recta final de temporada. Le daba un motivo más a los jugadores para que redujeran la marcha. Alimentó su falta de ambición. Al fin y al cabo, lo que hicieran en los últimos partidos, las posturas, las actitudes o las decisiones no les van a pasar factura para la próxima temporada. Evitar algo así era una misión muy complicada, y de momento no lo ha logrado. Se ha puesto a sí mismo un marrón. Y él también sale dañado de esta serie de resultados. El tiempo ha demostrado que fue una decisión incorrecta. Anunciarlo a final de curso hubiera sido incómodo, pero más dolorosas están resultando estas jornadas.

De cualquier manera, y a pesar de que no está poniendo sobre la mesa soluciones, o al menos no unas que estén dando resultado, los jugadores no se lo están poniendo nada fácil. Sin compromiso, sin agresividad, sin nervio es muy difícil que cualquier alternativa fructifique.

Puede que el cántabro tuviera algo de razón cuando la semana pasada, tras la derrota en Vigo, explicara que los jugadores no han aprendido a competir de verdad. El año pasado lo hicieron cuando el objetivo peligraba, pero han sido incapaces de mostrar hambre en estas últimas semanas. Han entrado, todos, en un bucle vergonzoso.

A buen seguro que en los partidos que quedan en casa reaccionarán, y por supuesto también lo harán la próxima temporada cuando regresen los objetivos. Pero da pena observar cómo el equipo se abandona cada vez que sale de la Isla y se empeña en manchar una magnífica temporada que debía tener un final feliz.

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