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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Ir de rubia

No hay manera de desdramatizar la política nacional. Siempre hay un cerumen de plastas que se dedican as rebuscar en el opio de las ideas: a descorchar como descosidos cualquier relax para hacer frentismo de curso de acceso a guardería. Viene por lo de Cristina Cifuentes, la presidenta de Madrid, que asomó por un suplemento dedicado a la moda para hacer, entre otras, una reflexión de perogrullo: que a veces ondea su melena rubia -no me meto en si es de tinte o no- para sacarle algo al que tiene al otro lado de la mesa de negociación. La afirmación, que se puede alinear junto a la coquetería, la seducción, la feminidad y todo lo que ya inventó madame Bovary, ha provocado la reacción de Podemos, Ciudadanos y los socialistas, escandalizados en fondo y forma con Cifuentes. Sin bajar a las profundidades del feminismo, que no es incompatible con lo de ir de rubia (o sea, que se puede ir de las dos cosas a la vez), la pepera más autónoma de Génova ha dicho una verdad como un templo, es decir, quién le impide a una mujer aprovecharse de su cabellera para obtener algo. Nada. Y de paso subraya que hay oponentes en una negociación, imbéciles ellos, que caen rendidos durante un tira y afloja a colmillo retorcido. Ha sido sincera: la política es una multiplicación de factores, y ella utiliza todas las armas que tiene a su alcance para convencer al contrario. Insisto, no sé si el color es de bote o natural. Resulta asfixiante que se produzca el ataque por el flanco feminista a lo que no es otra cosa que un punto de incorrección cuando, a día de hoy, no saben sus señorías -incluidos los de la nueva política- hacer aportación alguna de encomio sobre cómo afrontar la brecha salarial o cómo aplacar los asesinatos de mujeres. Pero da más resultado hacer oposición o espectáculo con lo que dice Cifuentes sobre el poder de los movimientos de su melena. Al final es que viene a ser de espasmo y no sudar que cosas así merezcan un comunicado o una declaración de un portavoz: ridículo total. La que peor lo tiene es Cristina Cifuentes, que ya ha puesto en guardia a los próximos que tiene previsto en su agenda. Ni ella se atreverá a soltarse sus raíces y puntas mientras negocia, ni tampoco habrá por parte de ellos ese machismo de aceptación por aceptar. Perdón, por el pelo. Todo esto tiene sus rejos e hijuelas: lo mejor es que Podemos, y los otros si quieren, manden a uno de sus inspectores para establecer cuándo el macho alfa es más allfa, incluso en los casos en que se agarra el lóbulo de la oreja con los dedos. Y a la inversa: cuándo una hembra se desliza por los derroteros de alentar ese machismo con comportamientos de cortejo o semicortejo, o bien con una extraña sutilidad que tienen por finalidad variar la correlación de fuerzas. Y no hemos hablado de erotismo.

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