La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Luces de trasnoche

Democracia y derechos humanos

Democracia y derechos humanos no son exactamente lo mismo pero están estrechamente vinculados. Ciertamente la democracia se remonta, al menos, a la antigua Grecia, mientras que los derechos humanos tienen una historia mucho más corta, pues las primeras cartas surgen en el siglo XVIII, al socaire de la Ilustración. No obstante, la democracia moderna nace también en el Siglo de las Luces y a pesar de que para algunos se trata de una cuestión meramente procedimental, de un mecanismo para la toma de decisiones colectivas, tengo para mí que la democracia es mucho más que un procedimiento formal, que también, pues hemos de considerarla como una exigencia ética que deriva de los derechos humanos, los cuales no serían otra cosa que, para decirlo con Javier Muguerza, las exigencias morales de libertad, igualdad y dignidad de los individuos.

En efecto, los primeros derechos humanos reconocidos fueron los derechos negativos, los derechos civiles y políticos, que son derechos de libertad. El derecho a participar en los procesos de toma de decisiones públicas es pues lo que da sentido a la democracia y la razón por la que ésta, si los derechos humanos son exigencias morales, es una exigencia ética. Mas los derechos civiles como la libertad de expresión o de pensamiento van indefectiblemente ligados a los políticos, pues lo que tratan de proteger es la libertad, de ahí que sean considerados, con razón, como genuinos pilares de las democracias contemporáneas. Empero los derechos humanos no se agotan en los derechos de libertad sino que tratan de proteger también la igualdad entre los individuos. Ello es así al menos desde 1948, año en que se proclamó la vigente Declaración Universal de los Derechos Humanos que añade los denominados derechos positivos, es decir, los derechos económicos, sociales y culturales, tales como el derecho a la educación, al trabajo, a una vivienda digna, etc. Y si el fundamento de la democracia se halla en los derechos humanos, entonces también debe garantizar los derechos humanos de la segunda generación, con lo que la democracia, además de procedimental, habrá de ser asimismo sustantiva.

Que la democracia deba proteger por igual los derechos humanos positivos y los negativos no es algo universalmente aceptado. De hecho, entre los partidarios del liberalismo más conservador, esos que en el mundo anglosajón se autodenominan libertarians, una especie de anarcocapitalistas o anarquistas de derechas, los derechos positivos no serían propiamente derechos humanos pues constituirían un atentado contra el sagrado derecho a la propiedad, que, ese sí, es para ellos un derecho fundamental. Esa es la lógica que en buena medida inspira al Gobierno, por lo que no es de extrañar, por más indignante que resulte, que las políticas lideradas por Mariano Rajoy y su equipo hayan estado orientadas al desmantelamiento del ya de por sí maltrecho Estado de bienestar hasta convertirlo en una suerte de Estado de malestar. Lo que además de indignante resulta sorprendente, viniendo de presuntos liberales, son los ataques a los derechos civiles que se están perpetrando en España últimamente. ¿Cómo entender la ley mordaza o los atentados contra la libertad de expresión que suponen el caso de los titiriteros, la drag Sethlas o los tuits de Cassandra? ¿Puede nuestra democracia ser merecedora de tal nombre si no garantiza los derechos de igualdad, ni tan siquiera los derechos de libertad? Los derechos humanos constituyen, digámoslo una vez más, el fundamento de la democracia y si ésta no es capaz de garantizarlos, sencillamente, deja de ser una democracia genuina.

Compartir el artículo

stats